Tamaño de la letra Tamaño de la letra

A ti, que me conoces tanto.


Hacía cinco años que me había asumido como mujer separada, sola, de ésas que puede con todo, y que se había  negado, por "estar recuperada ya”, a que tenía una espinita chiquitita clavada en el pecho. La separación vino luego de “veinte felices años” de casados, dos hijos adolescentes y sopotocientos problemas sin resolver.

Tú por tu lado, yo por el mio.

Y pasaron esos cinco años, y un día algo pasó.

Amor, tu propuesta me causó un trastorno. Un tsunami pues, removió todo mi ser.

Es que yo pensé que todo eso había quedado atrás, que éramos amigos y  padres de dos hijos, sin mucha cercanía y punto.

Pero parece mentira el poder que tienen las palabras, unas simples palabras. ¡Ja!

TUS PALABRAS…

Después que las dijiste, al día siguiente, ya yo estaba hablando incoherencias, vainas sin sentido, zoquetadas.

Es verdad que meses atrás habíamos comenzado a tratarnos mejor que antes. Me invitaste a tomar café, algo tan tonto. Nos fuimos al  C.C. El Recreo y, por Sabana Grande, nos encontramos a un amigo que se extrañó y puso cara rara al vernos juntos. Yo le dije:  "Bueno, ¿y es que uno no puede tomar café con su ex esposo?" ¿Recuerdas?

Me pregunto si sería que ya teníamos cara de gafos.

Luego, otro día, igual salimos a tomar café. ¡El café! Porque tu querías consultarme algo. Y nos encontramos con una prima tuya, que también se extrañó de vernos juntos y nos dijo "Pero que modernos."

Sí, claro, ¡modernos!

La verdad es que ya la “energía” había cambiado. Yo te notaba diferente, seguro, confiado, tan dueño de ti.

Que miedo me daba…

Y entonces, un día me invitaste a almorzar y me dijiste las palabras mágicas, las  que pensé que no me dirías JAMÁS, ni  como amigos ni como nada, y CATAPLÚN. Allí estaba yo muda. Todo se borró a mi alrededor. Wao, no lo podía creer, todo me dada vueltas, mi corazón estaba revuelto. ¿Qué me pasaba? Temblaba. Y tú tan tranquilo, como si nada. Ufff, viéndome con esa sonrisa tan tierna, encantadora... Bueno, yo la veo así.

De allí mi incoherencia, mi desatino, mi balbuceo…

Empezaron a sonar en mi cabeza esas canciones que me había negado a escuchar, pero que formaron parte intima de nuestras vidas,  Arjona con su ...Me enseñaste de todo excepto a olvidarte… A convertir una caricia en una obra de arte... Si no, era Roberto Carlos: Detalles tan pequeños de los dos son cosas muy grandes para olvidar y a toda hora van a estar presentes, ya lo verás.

¡Por Dios, qué me pasaba! A veces las mujeres somos tan románticas, tan patéticas en ese sentido.

Me dije que si me ponía “así” por unas palabras, allí había "algo". Y no me quería quedar indiferente. Había que indagar, preguntar a mi alma, quizás exorcizar.

Una amiga me dijo “Ése lo que te quiere es coj...”

"¿Tú crees?", le pregunté. "¿Lo dudas?", me dijo… La posibilidad me pareció interesante, más bien una urgencia.

¡Qué loca…! De solo pensar en eso, lo deseaba.

Bueno, busqué asesoría, consulté con mis colegas; no te lo había contado. Recibí  palabras amorosas y útiles consejos antes de decidirme a darte el sí. No me quería volver a equivocarme, que me doliera tanto. O que no nos entendiéramos, y que siguiéramos, como pareja, hundidos en  ese oscuro hueco donde caímos tantos años atrás.

Ambos habíamos crecido, aprendido a golpe y porrazo a veces, el valor del amor, de la pareja.

Así pasaron algunos meses, no sé si te diste cuenta de mi comportamiento. Estaba tan confundida, y tú tan caballero, tan galán.

Tantos acontecimientos se desataron de allí en adelante…

Comenzamos de “novios”, pero todavía no vivíamos juntos, cuando a los dos años te diagnosticaron cáncer de próstata: Horror total, miedo, susto. Después de pasar por tantas vainas ahora “esto”. No lo podía creer, se me cayeron las antenitas pues. Por fin felices, y de pronto, podías, por lo mínimo, hasta quedar impotente.

Pero tú no tenías ganas de dejarte vencer. No te vi asustado y me asusté más. Teníamos tanto camino por delante, todavía tantas cosas por disfrutar.

Te pusiste en las mejores manos y decidimos tener fe. Todo salió a pedir de boca, tanto, que quedaste como nuevo.

Han pasado cuatro años desde que decidimos caminar de nuevo juntos. Ya no somos carajitos iniciando una vida, somos dos adultos maduros con ganas de vivir y de amar.

Sentí que si estábamos claros con lo queríamos, y dispuestos a intentarlo nuevamente, esta vez tendría que ser diferente.

No te he dicho gracias, amor. Gracias por no rendirte, por no olvidarme, por decidirte a ser un hombre diferente y enfrentar tus demonios. Por buscar una reconciliación que ambos veíamos poco probable, por estar viviendo juntos nuevamente, en nuestro propio hogar, y por compartir esta nueva y hermosa relación que tenemos con nuestros hijos.

Gracias, amor, por darnos esta nueva oportunidad.

Publicado el 01/02/2012
Betty Moraima León Torres
Soy una mujer alegre, espontánea, amante de la lectura y de las buenas conversaciones, apasionada por mi marido, mis hijos y mi familia, que disfruta mucho  lo que hace y lo comparte con los demás. Actualmente navegando en las aguas profundas de la escritura.