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ALGÚN DIA RECORRERÉ LA VASTEDAD DEL LLANO


Caracas, 28 de febrero de 2013

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de escribirte esta carta. Y no vayas a creer que porque hayan pasado más de 16 años desde que te fuiste, he dejado de pensar en ti y en dedicarte unas pocas y humildes letras en tu honor y con el mayor amor y agradecimiento. Como el tiempo de Dios es perfecto, entonces éste debe ser el apropiado para darte las gracias por todo lo que me enseñaste y me dejaste. Tus sermones, tus consejos, tus anécdotas inacabables y todas aleccionadoras, emocionantes o, simplemente, cómicas; fiel ejemplo de lo que es el llanero de verdad, bien ladino, como dicen. Que no es lo mismo un amigo que un compañero o un conocido. Que suena feo y hasta ofensivo llamar a la dama que se quiere y nos acompaña en la vida, "mi mujer", como si fuera un objeto o propiedad de uno. Recuerdo claramente aquella vez que me felicitaste por mi manera muy "política" de dar razón de algún amigo o compañero cuando se me interrogaba sobre algún asunto referido a él: Sin comprometerme, ni comprometerle, modo éste que, por supuesto, aprendí de tanto compartir contigo, mi principal modelo en lo que a la ética personal y social se refiere.

Y si te preguntaban sobre el llano, ahí sí era verdad que te brillaban los ojos y se te aclaraba la mente para hablar de faenas, de sabana, de ganado, de cuentos, de aventuras, de tu vida. La historia que más recuerdo y aún hoy me hace soñar, es aquella en la que me contaste que siendo aún un mozo de 20 años, agarraste tu mula para salir a buscar desde Palmira en las afueras de Achaguas a tu hermana María, pues se la habían llevado a Colombia. Y aunque es reprochable que hayas dejado a la madre de tu primer tripón sola y con otro más en camino teniendo apenas 18 primaveras, el viaje que te escuché varias veces narrar sigue formando para mí el caleidoscopio de imágenes más cautivante que se pueda tener de la llanura pura, la recia, la del hombre que se atreve a surcar caminos en la naturaleza agreste, tan sólo para buscar. Buscar una hermana, que también pudo ser un trabajo, un toro, un atajo de caballos; en fin, recorrer la vasta tierra de donde venimos, tras un sueño o una idea. Me quedó grabado cómo, luego de tres días en los que parecías que perdías el rumbo, escondido en unos mogotes, esperaste a asegurarte si todos aquellos hombres que viste que venían arreando una manada de ganado, eran cuatreros o sólo peones y vaqueros cumpliendo con un trabajo. Cuando comprobaste que era esto último, te asociaste con ellos y reorientaste tu rumbo hacia Villavicencio, en la hermana República, para al final, preguntar, hurgar y encontrar a tu hermana y su nueva familia. ¡Vaya viaje! Vaya osadía la de ese hombrecito, pequeño en tamaño, "indiao", pero bravo y recio.

Cómo te extraño, viejo Pancho. Con el perdón de llamarte así, porque sé que te molestaba cualquier atisbo de irrespeto, así fuera con todo el amor del mundo. Pero, de verdad, cómo quisiera oír de nuevo y de tu viva voz, esa y otras historias. En esos momentos en que la nostalgia y la tristeza por tu ausencia me invaden, me reconforta imaginarte recorriendo sabanas por encima de las nubes, cabalgando más allá de Villavicencio. Porque de seguro que en el cielo debe haber llano y con mucho pasto, muchos esteros, mucho ganado. Cuántas aventuras habrás tenido ya a estas fechas.

Quiero que sepas que siempre te recuerdo y te llevo conmigo. Que sé que algún día nos reencontraremos y que en vez de molestarte pidiendo, como hace la mayoría de la gente, que me cuides y protejas, el gran favor que te pido es sólo uno: Apártame una buena bestia, sea mula, caballo o yegua, pero fuerte para que aguante el trote de todos esos caminos que recorreremos juntos, pues eso es lo que quiero, que me lleves a través de esas extensas sabanas, de ese llano inmenso que debe ser igual al de aquí, pero mejor, sobre todo, porque estaré contigo.

Mientras tanto, cuídate y espérame. Algún día llegaré y lo sabrás primero que yo. Te quiero mucho abuelo. Bendición.

Tu nieto, John F. Naranjo Rebolledo

Publicado el 28/02/2013
John Naranjo
Maracay Venezuela
Ingeniero Electrónico, USB 1989. Máster en Administración, IESA 2005. Nací en mi adorada Maracay, Ciudad Jardín de Venezuela, aunque llevo más de 30 años nutriendo mis vivencias de forma compartida con Caracas, a la que le debo mucho, así como a Carabobo, donde queda mi hogar. Experiencia de más de 25 años en Telecomunicaciones, manejando mi propio emprendimiento: una empresa de servicios (Contratista), en el área, desde hace más de 15 años. Padre de dos bellas, inteligentes y valiosas señoritas; hijo, hermano, esposo, familia y amigo con regular hábito de lectura e inocente aspiración de escribidor. Este soy yo. ¡Ah! Y amante del béisbol, fanático de los Poderosos Tigres de Aragua.