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Querido hijo


Kavanayén, 27 de Diciembre de 1999

Querido hijo:

He leído tu sentida carta y creo comprender la ansiedad que en este momento de tu vida te agobia.

Me pides ayuda. Ojala pudiera brindártela, más allá de estas palabra heridas de selva y rocas. Recíbelas, te lo ruego, por el abrazo que quisiera darte, justo ahora, como siempre.

¿Sera posible, hijo, escuchar  el canto de un “corazón loco”?

Cuentan, en un pueblo a orilla del rio de la Magdalena, hacia un tiempo de peste y guerra, que un hombre se dedicaba a escribir cartas de amor. Decía que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas. Si eso es cierto, ¿Quién soy si el hotel es mío?

Ellas llegan cada noche. Tal vez si, tal vez no. En realidad. Son dolorosa y felizmente libres. La de los hoyuelos en las mejillas y sonrisa de niña tiene puesta una caperuza amarilla y mirada de siempre, su habitación es la que está allá, profundo, al final del pasillo. Al frente esta su mamá, una catira con ojos achinados a la que de vez en cuando vista un niño de once o doce años.  Luego está la sirena, habla francés, nunca le entiendo. Hay una habitación que parece el camarote de un barco, allí hay un gentío, creo que todo son familia, no sé cómo hacen pero adentro celebran bodas, bautizos, cumpleaños, divorcios, velorios, fiebres, fiestas, entierros y exorcismo. La habitación número dieciocho es de una española muy parecida a la niña, a veces las confundo; siempre está escuchando en inglés una canción infantil sobre la lluvia. Muy cerca, detrás  de  los cuartos de faenas, pernocta una mujer cuyo rostro pareciera estar maquillado con una infinita vergüenza.

Alrededor del primer estar hay cuatro puertas. Esas habitaciones son sagradas. En ese espacio conversan, serenos yen secreto, la de ojos celestes, la del alma de casa antigua, la novia y la arquería de labios mortales. Entre aquel estar y este hay unas cuartas habitaciones que las toman indistintamente aquellas de quienes el nombre es la llama de una vela a medianoche, en la orilla de un océano. La penúltima habitación está ocupada por una mujer umbría; su mirada es un relámpago sin truenes que en las madrugadas estremece y aterra la frágil quietud de mi parpados.

La habitación de aquí pertenece a mi esposa. Ella no lo sabe, o creo yo que ella no sabe, que nuestro dormitorio es la única estación con ventana. Una ventana esplendida y acogedora por la cual, cuando hacemos el amor, ocurre el amanecer y reposamos en nosotros contemplando el reflejo solar de su lago y la angostura de mi ciudad.

Perdona mis tantos devaneos, pero no encontraba otra manera de decirte que sí, que el corazón es ancho y llano en su libertad; pleno y profundo en los universos que alberga. Pero aun así, en su terredad, apenas es menester una ventana. Tan solo una cabal, bella y acogedora ventana, hijo, para asomarnos a la vida día a día, cuidándonos mutuamente de tempestades y neblinas. Para mí, esa ventana ha sido tu madre; a través de ella, pude alcanzar la dicha de contemplarte por el resto de mi vida.

Más  no confundas la promesa de la promesa del fuego con la del hogar.

Si no cuidas el fuego se apagará dejándote inerme ante toda intemperie, o se desatará incontrolablemente contra todo; incluso contra ti mismo. Cuida tu hogar, hijo, con tus propias manos y con toda tu fe. Reconoce tus monstruos, escríbelos; pero no les permitas liberarse, porque a su paso arrasarías con tu casa. ¿Quieres eso? ¿Sería justo? Solo tú puedes responder.

Si, como dices, tu esposa descubrió esa carta que te acusa de infiel, pienso que solo ha sucedido porque en lo más profundo de ti luchabas por decir la verdad. Cuanto temor sentimos muchas veces ante el rostro preciso e indomable de la verdad. Y también cuanta esperanza derrama su furia.

Así que adelante, hijo. Encara sin más dilación tus monstruos, tu miedo de ti, tu oscuridad. Y aunque andes a tientas recuerda que estoy contigo. Escucha mi voz. No cesará de acompañarte.

Adelante hijo, adelante.

Desde la inmensa bendición y alegría de ser tu padre, me despido hasta muy pronto. Escríbeme. Te amo.

Publicado el 06/02/2005
admin
Caracas Venezuela
Pruebas