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Robertico


Robertico:

He vuelto al pasillo blanco de la Facultad- lugar donde nos conocimos hace veinte años- porque hoy es la feria navideña y tú sabes que yo no pierdo una oportunidad  de caerme a palos ya que- al igual que tú- cuando me tomo unos traguitos  me desinhibo de toda pendejada y me dedico a decirlo que realmente siento.

Estoy medio zarataca y – de pana- no  recuerdo qué día es. ¿Será viernes? lo que sí se es que es mediodía porque todo  el mundo  anda con una hallaca en la mano. ¡Si chico! ¡Es viernes! No mes de enero, mediodía, como el día que me  mandaste al carajo ¡Aún recuerdo ese momento!

Viernes… mes de enero…mediodía…

Sacaste un libro del morralito verde- que más que un morral parecía tu “atachmen”- y me lo lanzaste al descuido, como por no dejar. Lo abrí, trémula de emoción, y comencé a buscar la primera página…

“No estés buscando dedicatorias, mija, que la gente culta no anda firmando libros que no son de su autoría”, dijiste sin piedad ante mi descomunal desconcierto. Pero-tú sabes- antes muerta  que demostrar que me estaba muriendo por el desplante y, entonces, dije: “Está bien Robertico, nada más estaba buscando la editorial para ver si lo consigo en versión tapa dura”.

Viernes…mes de enero…mediodía…

Tu descaro no tenía limites y me pediste que te acompañara a la Plaza del Rectorado para esperar a tu tío que te llevaría al aeropuerto. La intención no era estar conmigo hasta el último segundo de nuestro primer desencuentro, sino que te ayudara a  llevar una pancarta que decía “San Felipe si es como Nueva York” que “ique” ibas a colgar en la residencia de Sao Paulo en cuanto te tomaras la primera caipirinha.

Viernes…mes de enero…mediodía…

Como a los seis meses de tu partida llegó una cartica insípida en la que me contabas que habías tenido sarna por andar de explorador en el Matto Grosso.  ¡Bien hecho!- pensé- mientras leía tus letras en compañía del novio que tuve que buscarme para olvidar tus besos sabor a Marlboro Rojo. ¡Ay Robertico! ¡¿Cómo olvidarte?!. Sacarte de mi mente se volvió más difícil que tragar acostado.

Entonces tuve que casarme con uno de  mis pretendientes ¡Hasta suerte tuviste Robertico! El bicho me salió tan malo que- tu sabes como somos masoquistas las mujeres mal casadas- ahí mismito comencé a recordarte:

“¿Dónde estará Robertico mientras muero de hastío en ésta cárcel nupcial?”, preguntaba cada día y cada noche de los quince años de tu ausencia.

Al fin me divorcie y comencé a buscarte. La vaina estaba difícil porque no tenía idea de tu paradero. Me fui de Carlos Fraga  e hice un mapa del tesoro: “Mi encuentro perfecto con Robertico”. No te lo había comentado por que sé que no crees en fenómenos paranormales… pero a las tres semanas te encontré ¡Arrechísimo!

Como estabas sensible y mango bajito por la sorpresa me dediqué a diseñar todas las estrategias para matar la deuda Karmática entre nosotros y llevarte ¡Al fin! A alguna variante horizontal.

Por mas que te la das de intelectual y a pesar de tu discurso acerca de las expectativas y lo efímero y que si yo te quiero pero no como tú quieres que te quiera, prevaleció tu condición xy y caíste facilito.

La Plaza del pueblo de Guama nos acogió a tí, a la cavita de cerveza, a tu camioneta y a mí en la más esperada de las madrugadas desde el día “D”. Te dí un beso de esos que te mataban,  y me dijiste: “¡ Si chica, vamos pues!” y supe que había valido la pena el viaje de 400 kilómetros hacia mi único destino: tú.

¡Oh fatídico descubrimiento  el de aquella noche! Encerrada en el baño, con lagrimas en los ojos y sin cobertura para- por lo menos- llamar a una amiga, escuchaba tus ronquidos de trueno. ¡esta es la última! Me dije mientras esperaba con ansias el amanecer que me sacaría  de la posada de López, de tu  somnífera impotencia y del mito que durante veinte años construí.

He vuelto al pasillo blanco de la Facultad para hacerte la cruz Robertico. Y me voy rápido por que me está esperando mi marido. Lo conocí porque leyó en internet la carta premiada  que alguna vez te escribí. Si, la leyó como tú. La diferencia es que él quiso conocer a esa maravillosa mujer capaz de amar tanto a un pendejo.

Se enamoró de todo lo que tú pateaste y está feliz viviendo conmigo ¿Qué te parece? ¡Vainas de la vida!

Viernes…mes de enero…mediodía…

Adiós Robertico… ¡tú te lo pierdes!

Publicado el 02/02/2006
María Angélica Taisma
Caraqueñísima. Bióloga, con doctorado en botánica y bastante come-flor. Por ahora, docente – investigadora de la casa que vence las sombras. En el futuro, cuando haya aprendido a escribir, aspiro dedicarme al trabajo de echar el cuento de mi vida… ¡Sin censura!