Tamaño de la letra Tamaño de la letra

Estimado señor Rodríguez


Caracas 14 de Febrero de 2007

Estimado señor Rodríguez:

Me decidí a escribirle porque ya no aguanto más. Verlo todos Los días y no decirle cuanto lo amo se ha vuelto para mi insoportable, no se asuste señor Rodríguez, no estoy loca, bueno un poco loca, pero de amor. En fin lo que quiero expresarle es que no soy peligrosa, sino que llevo dos años sin atreverme a decírselo.

Todas las mañanas me pregunto ¿Vendrá hoy? Y al ratico lo veo, tan elegante, enfluxado, con esas corbatas tan bonitas y ese olor a colonia cara. Se sienta y con voz de locutor pide invariablemente: “Por favor un marrón grande, sin azúcar”, sin azúcar, que varonil.

Veo sus manos, grandes, blancas y limpias, las uñas arregladitas y asomándose por el puño de la camisa esos pelitos que revelan unos brazos velludos, que invitan a acariciarlos. No le veo anillo por ningún lado, así que debe ser soltero, aunque muchas veces me hago la ilusión de que se lo quita cuando viene a tomar su café mañanero, para que yo crea que está libre, y eso es algo, porque indica que hay un interés de su parte hacia mi persona.

Bueno señor Rodriguez sé su apellido, pero no su nombre, y lo sé porque un día un tipo se acercó y le dijo: “¡Epa Rodríguez ¿Cómo va la cosa?!. Y en ese instante me grabé su apellido. Muchas veces me pongo a adivinar ¿Cuál será su nombre? Y pienso que le cuadraría bien Raúl o Carlos; pero bueno eso no importa, un nombre no significa nada, yo lo amo a usted y no a su posible nombre.

En algunas oportunidades usted me ha mirado y sonreído y le diré que ese día todo me sale bien, atiendo a los clientes mejor que nunca, me dan buenas propinas y el jefe ni me regaña.

Hoy señor Rodríguez me decidí, y le dejo esta carta junto a su taza de marrón grande, a ver qué pasa. Se me ocurre que no nos vendría mal una salidita, podríamos tomarnos unas frías en el bar de la esquina, oir música y por qué no, si usted quiere y le gusta, echar un pie. Allí ponen música bien buena y romantica, desde vallenatos hasta unos boleritos de Gilberto Santa Rosa que ablandan al más duro. Yo salgo a las siete, así que estoy dispuesta a que me conozca, porque yo a usted me lo conozco de memoria.

¡Ah! Y para serle aún más sincera, le confieso que esta carta me la corrigió mi comadre que es secretaría ejecutiva en un banco, pero la escribí yo, es pura inspiración propia. Lo que pasa es que me daba terror cometer algún error ortográfico y que usted se decepcionara de mí y pensara que soy una ignorante.

Con el deseo de conversar y algo más, se despide de usted con amor Yelitza, la morena que le sirve su café marrón grande, sin azúcar, todas las mañanas.

Publicado el 02/02/2007
admin
Caracas Venezuela
Pruebas