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Príncipe y señor de mis lados incorrectos


Caracas, 27 de enero de 2009

Príncipe y señor de mis lados incorrectos:

Ahora que después de tanta apariencia y de tanto escondernos a mí no se me ocurre otra cosa que escribirte una carta de amor pública y meterla en el concurso de Cartas de Amor de Mont Blanc. Pero qué puedo hacer si yo soy así; me faltan las medias tintas: o no digo nada, o proclamo mi amor frente a un auditorio.

En todo caso espero que no te molestes conmigo. Después de todo, si me escogieran entre los finalistas estarás entre el público, orgulloso, escuchándome leer palabras tantas veces prometidas y que hasta ahora, salvo en contadas ocasiones he sido capaz de pronunciar.

Mirando hacia atrás, pienso que esta carta de amor comenzó con nosotros aquella tarde de septiembre, cuando vía mensaje de texto una desfachatada yo te autorizaba los irrespetos y tú me mandabas por respuesta un mensaje que anunciaba desmayos.

Para mí tampoco fue fácil, no te creas, y seguro te sorprendería la profundidad que esconde el breve lapso de esos dos o tres minutos que más o menos transcurrieron así:

El primero se me fue entre NEW MESSAGE, OK “Sepa-que-tiene-p…” -¡Pero qué hago!

No puedo, así que DELETE, DELETE…

… Y el segundo, en otro intento, NEW MESSAGE, OK “Sepa-que-tiene-permiso-de-perderme-el-respeto”. -¡Listo! Pienso. No digo más nada, pero pana, SEND O NO SEND? Ah! Qué dilema!

Me temblaban las rodillas y en ese momento descubrí que la seducción es en realidad un deporte extremo: yo, que le tengo temor y pavor a las alturas, me descubrí dando el gran salto de mi vida cuando el pulgar derecho, decidido, apretó la tecla.

¿Para qué Benji o paracaidismo si te tengo a ti?

Confieso que me costó bastante superar la taquicardia y, aún cuando tu desmayo era el anuncio de puertas abiertas, pasé varios días pensando cómo había sido capaz de ponerme tan indecente apenas doce o trece horas después de haberte dicho, toda circunspecta, que sí, que me gustabas mucho pero no, cuando me soltaste con tu cara de poker y Mc Cartney de fondo que intuías que entre nosotros había tremendo pase de corriente…

¡De vaina me muero! Eso sí, profesional ante todo dije no gracias; porque tú, porque yo, porque ella, además de la oficina y el qué dirán “mira que yo no tengo intención de caer en lengua ajena”… (Ja, ja, ja)…

Aún así te me quedaste en las ganas y esa noche no pude dormir. Ya te he dicho muchas veces que me gustaste desde el día de mi entrevista cuando entraste a la sala, te presentaste y yo me sentí la peor porque al salir, en lugar de pensar en términos técnicos o de trabajo, no hacía otra cosa que pensar en ti.

Comprenderás entonces que detrás de mi seriedad inicial lo que había era asombro.

En los dos meses que tenía en la oficina te habías convertido en “el prota” de mis sueños, en mi manguito maduro. Eran tantas las ganas de ser tu “Lolita” que era incapaz de articular tres o cuatro palabras seguidas si hablaba contigo, amurallándome yo misma. Levantando diques no fuera a meter la pata cualquier día de estos.

Cómo fue entonces que te diste cuenta, no sé; pero sirva la noche Mont Blanc como excusa para agradecértelo porque estos siete meses de película, completamente cinematográficos, me han ayudado a descubrirme y ver el mundo con otros ojos, si, pero siempre míos.

Porque me has enseñado a verme bella en el espejo. Porque gracias a ti me creo que estoy buenísima, sin prótesis de silicona ni curvas de vértigo. Porque me haces sentir la versión gocha de Eva Longoria y gracias a eso, me doy permiso de ponerme divertida y traviesa; como el día aquel que cuadrando la noche de hotel te preguntaba, otra vez de Digitel a Digitel pero ya sin tapujos, de qué color querías que me pusiera las indecencias.

Siendo honestos, nuestro amor está a mitad de camino entre el porno y la poesía. Comenzamos a querernos al revés, de atrás pa’ lante como dicen, pero eso no impide que poco a poco nos sepamos el uno al otro cada vez más. Es así como, mientras me entero de tus miedos,  experimento el poder afrodisíaco de tus canas y constato como las líneas de expresión de tu rostro y nuestras conversaciones filosóficas, funcionan mejor que cualquier “vuelve-a-la-vida” o cualquier “rompe-colchón”.

Es así como descubro, que sin saber nada de música, mi cuerpo en tus manos canta y es tan extraordinaria su melodía que ya puede Dudamel retirarse si coincidimos tú y yo…

…(Suspiro)…Poco tengo ya que decirte mi italo-delincuente; mi Plaxxx con triple x. Solo quiero que entiendas que el hecho de que tú seas el tipo que me conviene, solo puedo decidirlo yo. Que entiendas que en mi futuro no veo niños, ni casas perfectas con perro y jardín, porque estás frente a una tipa que es medio underground que se preocupa de más por la superpoblación y el futuro de este planeta y que sueña y prefiere adornar el otoño de tus años con el sol de su primavera.

Quiero decirte que pienso quererte con cincuenta, sesenta o setenta años sin que me importe nada y aunque agarre un arrecherón cuando el cínico de mi hermano canta “40 y 20” baja la regadera.

Quiero que sepas que te amo; quizás mucho más de lo que imaginas y eso me hace feliz, plena, dichosa y con amarte me basta…

…Tal vez justo por eso, lo nuestro valga la pena.

Alegre y sinceramente tuya,

Diosa.

Publicado el 04/02/2009
María Monterrey
Margarita Monterrey