Experiencias del comité de lectura, primera parte.


Carmen Verde Arocha
Gratitud es lo que siento ante los organizadores del XIII Edición del Concurso Cartas de Amor,  y a todos y todas las participantes quienes a través de sus cartas me permitieron experimentar hallazgos afortunados, ecos y reminiscencias del amor.
Experiencia única e irrepetible.  Cada carta leída es un universo. Fue una vivencia reconfortante y a la vez dolorosa dialogar con tantas voces, con tantas emociones y sentimientos sin rostros.  Imaginábamos a las personas mientras leíamos las cartas; hicimos nuestras las alegrías, querencias, sueños, las pérdidas,  los desencuentros y los abrazos.
Ser coordinadora de este Concurso me hizo volver sobre la lectura del poeta español Pedro Salinas (1891-1951), quien fue creador de un extenso epistolario secreto amoroso, que escribiera a todo lo largo de su vida.  En unas de sus cartas más hermosas, dirigidas al amor que tuvo con la profesora norteamericana Katherine Prue Reding, revela:  “Un ser humano realmente vivo no es lo que es, sino lo que quiere ser, lo que se siente capaz de ser (…) El ser vivo es siempre una conciliación, un pacto, una tregua, entre lo que está siendo y lo que espera llegar a ser (…)” y más adelante refiriéndose a su amada dice: “ (…) Me pregunto a veces si me casaría contigo, a ser posible. Pregunta tremenda para mí. ¿Lograría yo sujetar, tener a mi lado esa fuerza maravillosa de vida que eres tú? (…)”.
Estuve acompañada en esta coordinación por un equipo de lectores extraordinarios: la licenciada y profesora dela Universidad MonteÁvila y Coordinadora del ICREA Lilián Cartaya; el licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, especialista en Comunicaciones, Rafael González García; la licenciada en Letras de la UCV, Luisa Pinel; quienes a mi lado tuvieron la responsabilidad de ir leyendo cada una de las cartas,  para luego clasificarlas y terminar seleccionando las más representativas de éste género.
Se hizo un trabajo de selección respetando  las características del género epistolar.  Toda carta es un diálogo, una conversación escrita; es una forma de interacción verbal, generalmente entre dos personas o más.  Los temas de las cartas enviadas al concurso fueron muy variados: cartas a los esposos, esposas, amantes, novios,  novias, padres, a las madres, a los abuelos y abuelas, a los  hijos o hijas, a los no nacidos, a los sobrinos, a los primos, a las enfermedades, a la muerte, a Dios,  entre muchos otros.  Temas unidos por el Amor como único hilo que une a todas las misivas; el amor con todas sus emanaciones y sus diferentes destinos.
Al momento de elegir las cartas siempre privó lo afectivo, es decir, el amor visto a partir de las actitudes, estados de ánimos, sentimientos y disposiciones de quienes escribían. Del mismo modo, se exigió claridad en la intención de lo que se quería comunicar dirigido a un receptor o destinatario, y conciencia del lenguaje y de la palabra escrita.
Una de las cosas que nos llamó más la atención fue el nivel  de transformación que se iba dando en  cada uno de los emisores o escritores de las epístolas.  El yo que comenzaba a escribir no era el mismo que al final terminaba despidiéndose.  En este sentido, ha sido un aprendizaje reencontrarnos e interactuar con tanta palabra cargada de vida.
Felicitaciones a todas y todos aquellos que enviaron sus cartas al concurso, porque hicieron posible que entráramos en contacto con experiencias que a veces nos parecen tan lejanas y cercanas al mismo tiempo.
Felicitaciones a los que han sido convocados y convocadas a la etapa final del concurso.
Gracias a Mont Blanc, al ICREA, a mi equipo de lectores que me acompañó en la difícil tarea de lectura y escogencia, y gracias a cada una de las cartas que nos tocó leer por presentarnos diferentes propuestas de ver y vivir la vida.

 

Lilian Cartaya G.
Estimados Señores:
Quiero agradecerles la oportunidad que me han brindado de ser co-participe en  la elección de las cartas para la XIII edición del Concurso Cartas de Amor; esta es una experiencia que ha sobrepasado con creces las expectativas que tenía al respecto. La avalancha de sentimientos que las inunda no puede ser entendida en su totalidad si no se tiene la oportunidad de leerlas todas en conjunto, con el ojo crítico que implica la responsabilidad de ser jurado de las mismas. No esperaba descubrir tantos sentimientos a flor de piel y menos aún que las personas los compartieran con destinatarios tan disímiles; todas estas historias de encuentros y desencuentros, de amores no correspondidos, de soledades y compañías, de tristezas, agradecimientos y alegrías, obsesiones, depresiones y esperanzas movieron positivamente mis propios sentimientos haciendo que valorara aún más al ser humano.
Después de todo este proceso de lecturas sé que no volveré a ser la misma, porque ellas provocaron un cambio de postura ante la idea que tenía del ser humano actual al que concebía tan tecnificado que, pensaba, había perdido la capacidad de sentir con el otro y por el otro.
Por otra parte, el trabajar con gente como Luisa Pinel y Rafael González bajo la excelente coordinación de Carmen Verde (cuyo dominio de las letras y su capacidad gerencial se hicieron patentes durante el tiempo de lectura y,  sobre todo, en el difícil y exigente proceso de escogencia de las mismas), es algo que no tiene precio.
Reitero la gratitud a ustedes por la oportunidad brindada.

 

Rafael González
«Disfruté mucho la experiencia de recorrer las distintas manifestaciones que nacen de evocar el tema del amor. Fue para mi una hermosa sorpresa encontrar que en estos tiempos las personas aún se comunican a través del género epistolar. Se notaba que muchas cartas fueron escritas con un propósito, y luego guardadas, y en el momento en que apareció el  concurso fueron presentadas en él.
Me doy cuenta ahora, que este nuevo hábito de llegar a mi computadora, y leer cartas de personas extrañas, es algo que me va a hacer falta de ahora en adelante. La experiencia es una exploración fragmentaria, caótica del contacto del espíritu humano con él mismo y su entorno. Es la mejor manera que se me ocurre para relatar la variedad de las cartas que tuve el gusto de leer: desde la relación del ser consigo mismo, hasta la relación con conceptos abstractos, dentro de los que incluyo el mismo amor, la idea de dios y la patria; pasando por todo lo que puede haber entre estos dos polos.
En cuanto a las cartas que  seleccione (en consenso con el grupo), puedo decir que elegí aquellas que lograron conmoverme en algún nivel, que despertaron en mi una conexión con quien las escribió. La selección pasó por un proceso de lectura donde pudimos notar el impacto de las mismas al ser leídas de forma grupal. Esto nos ayudó a encontrar aquellas cartas que cuando son leídas en voz alta y con una audiencia generaban más impacto. Esto  reforzó el proceso de selección, ya que muchas de las cartas perdían fuerza al ser leídas en voz altas, y otras reverberaban más profundamente al ser compartidas. Estoy muy contento por la coordinación que hizo Carmen Verde, ya que reinó dentro de las sesiones de trabajo un ambiente de tolerancia, consenso y libertad, con intervenciones muy atinadas que fortalecieron la selección final. Las sesiones de trabajo para llegar a la selección final, fueron amenas, fluídas, muy efecientes al dedicarles el tiempo justo a cada carta y en la cual todos participamos en la selección de nuestros compañeros.
Finalmente, quiero agradecer la experiencia y la oportunidad que me han dado de participar como lector de este importante concurso, que como ya dije antes, es algo que voy a extrañar hacer.»

 

Luisa Pinel
«Bueno, en realidad,  participar como lectora de las cartas de amor me permitió, de alguna manera, hurgar en la gaveta de la mesita de noche de uno cuantos concursantes que, atendiendo al llamado del evento, plasmaron o cantaron jocosa, ironica e irreverentemente, sus cuarenta al amor. Sí, son las mejores cuarenta y uno lo piensa en la medida que las va leyendo. Y es que, cuando te toca evaluar; es decir, cuando tienes la responsabilidad de leer cada epístola detenidamente las adviertes como burbujas de jabón: unas cartas salen redonditas y coloridas, otras, por el contrario, deformadas y unicolor. Algunas tienen fecha, lugar, también el nombre del destinatario, pero en muchos casos, se da que el receptor o el mensaje en sí no cobra fuerza en el contenido y ahí es cuando uno (evaluador) piensa ¿dónde está ese amor que tú (emisor) amas tanto? Ahí se esfuma la burbuja.
El hecho es que sentirse depositario y hasta confidente de las penas, alegrías, acuerdos, adioses y bienvenidas, en ocasiones, me hicieron sentir como «la roca que golpea la ola» Lamentablemente, no todas podían clasificar. Las que al final fueron postuladas, recogen, tal vez, y creo que de eso trata, la emoción necesaria para rozar desde lo bueno y lo malo que ofrece el amor, la sensibilidad de quien la lee, y en este caso, de quien la califica. Claro, hubo unas cuantas que me conmovieron hasta llevarme al llanto, pero eso no era suficiente para postularlas.
Más allá de la forma y los contenidos de las cartas, destaco de mi experiencia el hecho de reconocerme en muchas voces a través de la ingenuidad y la picardía del venezolano cuando de hablarle al amor se trata. Realmente disfruté desde el principio hasta la última carta analizada por lo que extrañaré por un buen tiempo ese coro de voces inscritas en cada epístola, así también las amenas discusiones que en grupo nos hicieron defender cada una de estas como si fueran propias.»


Publicado el 20/03/2012
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