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Mi puerto, mi roca, mi Isla, eres tú.



 



Mi puerto, mi roca, mi Isla, eres tú.



No sé qué me pasó esta vez, me pregunto si fue porque era la primera que te llevaba conmigo. En mí.



Los sentidos se me afinaron cuando nuestras almas se juntaron, y ahora todas nosotras hemos adquirido una nueva dimensión. 

Apenas la camioneta dejó el ferry, una luz hecha ahí me encandiló la vista, que no la piel, el sol colado me obligó a bajar el vidrio para liberarme del frío inventado, y al tomar aquella bocanada de vida caliente, con sabor a ostra, salitre y óxido encallado, miles de agujas de sol me picaron, inyectándome nueva vida, como cuando te conocí.

Esta era otra Isla. ¿O las otras éramos yo?

Llegaba a un carnaval de colores y sonidos, ofertas, ansias, sonrisas y maletas que nunca había visto, la algarabía, medio sostenida con manchas de uniforme verde, daba risa, y mi Irene, La Niña, soltó una de sus salidas, una de esas que siempre me hacen cosquillas: 

“Aquí, hasta a los Guardias Nacionales, se les mete el mar por los pies.”

Asumiéndome distinta, comencé a disfrutarnos. El camino se me hizo nuevo, de un lado mas verde, mas sereno, del otro, intenso, como si recorriera el límite entre dos mundos, y la frontera era yo. 

Por primera vez noté que aquellas montañas a mi izquierda eran diferentes a las de tierra firme, se levantaban de la nada, sinuosas, y seductoras para con sus senos banderillear el cielo, que sangraba nubes blancas como algodón.

“Qué no diera yo por un par de tetas como las de María Guevara”  Siseó la Irene “salvaje”, para decirlo decentemente, aunque ella sabe muy bien lo que es.

Obviando su comentario, para no engancharme en su crudo erotismo, -esa Irene tiene la particularidad de asociar todo con sexo, y aparte de que me trae problemas con la Irene adquirida, la beata que tan laboriosamente empotró mamá, la vida no es puro eros… ¿O sí? 

En fin, invité a la Irene artista para domarla, es la única que se da con ella— y la ruta se me hizo paisaje, me fue envolviendo de tal manera que me quise despellejar la ropa y quedarme en cueros, en traje de baño, o en pareo, ¡qué se yo! 



¡Epa! Ya va, ¿cuál de todas eres tú?

“Somos todas” me respondieron todas.



Eres tú. Me respondí yo.

Con una sonrisa para adentro, las solté. Las dejé libres. 

Esta Isla tiene eso, te da tanto, que solo te hace falta lo necesario. Te pone en carne viva el deseo. Te descubre, te hace ser tú misma. Te descalza la ambición.

Al ver mi piedra blanca, que ahora era iceberg, a mi mar, ahora reino, refugio azul, a mis alcatraces, convertidos a vegetarianos pescando patillas, supe que había llegado a mi mundo, y me di cuenta de una cosa, que no es a dónde llegue, sino a dónde te lleve. 

Tú me haces VER. Verme. Me haces ser yo. 

Mi puerto, mi roca, mi Isla, eres tú.



Publicado el 14/02/2013