Tamaño de la letra Tamaño de la letra

Para tí Gerardo.


Ger… Así solía llamarte de manera cariñosa cada día y tú respondías a mi llamado con el mismo cariño. Tu amor me acompañó durante 25 años y me brindó días y noches de profunda felicidad. Siempre de buen humor, tratando de hacerme reír… cosa que te alegraba. Me decías que después de tantos años juntos, todavía me sacabas sonrisas. Gracias a ti fui madre dos veces más y te di a tu ansiada hija, Andrea Daniela, que casi sale de la clínica sin nombre, porque la emoción no te dejaba pensar cómo querías llamarla.

Tú me enseñaste a ser independiente y a manejarme financieramente. Me compraste mi primer carro e insististe en que aprendiera a conducir. Me animaste cada vez que inicié un proyecto y me acompañabas hasta que lo lograba. Me ayudabas con mis informes, con mis tesis. Eras capaz de comerte lo que preparaba, aunque supiera horrible y me decías que estaba rico… para que no llorara. Siempre tenías un piropo para mí cada mañana, cuando me arreglaba para salir a trabajar, o cuando simplemente me veías. Y aunque durante muchos años no quise casarme contigo, producto del trauma tan grande que me había dejado mi primer matrimonio, siempre me presentaste como tu esposa y me respetaste como tal.

Cómo no recordar la madrugada en que metiste a tus amigos en aquel pequeño apartamento donde vivíamos, para cantarme “Perdón”, porque habías hecho algo indebido. Eras un hombre como pocos…  Caballeroso al extremo. Detallista a más no poder. Romántico. Todavía tengo algunas servilletas escritas por ti, donde me invitabas al amor… donde y cuando quisiera. ¡Qué maravilloso fuiste como amigo, como padre, como hermano, como tío, como hijo, como esposo, como amante! Siempre tenías la palabra adecuada, el comentario certero, el consejo sabio.

Dispuesto a celebrar los triunfos de quien fuera, te aparecías con una botella para brindar cuando alguien cumplía años, se graduaba de bachiller, terminaba un curso, obtenía un ascenso, adquiría un bien. Tu presencia se hacía sentir en todas las reuniones familiares por tu jocosidad y alegría. Eras el alma de las fiestas.

Tu pasión por el béisbol, que transmitiste a tus hijos, era fuera de serie. Te entregabas por completo en cada juego, dando lo mejor de ti. Y finalmente creaste tus propios equipos familiares para jugar con tus hijos y sobrinos, cosa de la cual te enorgullecías, porque además lograron varios campeonatos.

Por todas las cosas maravillosas que logré vivir a tu lado, lloré amargamente durante días y noches después de que Dios te apartó de mí, aquella madrugada de noviembre. Sin embargo, con el correr de los meses fui evocando, como si se tratara de una película, todas mis vivencias contigo. Me recreaba en los recuerdos, en las fotos, en los vídeos, mientras me daba cuenta del enorme parecido de tu hijo Gabriel Alejandro contigo, cuando tenías su edad. Y evocando todos esos momentos me reía calladamente, cuando recordaba que decías que habiendo tanto portugués rico, tú te habías enamorado de la hija del único portugués limpio que había en Caracas. O cuando me decías Galarraga porque todo el tiempo me iba para la calle. Inclusive, no olvido la risa de mi amiga Mary, abogada de profesión, quien cada vez que nos visitaba, lograba que tú te desvivieras limpiando, recogiendo, fregando, atendiéndola, y haciendo cualquier cosa para demostrarle que si yo te pedía el divorcio, ella sería fiel testigo de lo maravilloso que eras como esposo y así no creería en lo que yo pudiera decirle. ¡Qué ocurrente e ingenioso eras!

Qué de cosas recordé día a día y cómo poco a poco fui sintiendo una paz interior, que me hizo comprender que lo había tenido todo a tu lado, durante muchos años, y que pocas mujeres pueden sentirse tan bendecidas como lo fui yo. Nunca me faltaron tus abrazos, tus besos, los mil te quiero y mil te amo.

Es por eso que hoy, a más de dos años de tu partida, simplemente digo lo que leí en alguna parte: Cuando tus seres queridos parten, dejan de vivir contigo para vivir en ti. Y tú ahora vives en mí y me permites seguir adelante con mi vida, mientras te escucho cantar en el carro, viajando por cualquier carretera de Venezuela, aquella canción que siempre me dedicabas: Pueden  pasar tres mil años, puedo morirme mañana, pueden borrar mi memoria, pero nunca te olvidaré.

Te amo siempre

Maje

Publicado el 06/02/2013
María Jesús Ferreira
María Jesús Ferreira
Caracas Venezuela
Venezolana. Adoro las manualidades. Maestra de corazón.