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A chuchú


La última vez que te vi estábamos Gustavo, Moisés, tú y yo. Estabas en el carro de tu hermano porque el tuyo estaba dañado, después de oír un millón de veces el Cd de Arjona en vivo, decidimos ir a dar una vuelta como tantas veces lo hicimos y nos fuimos para aquel viejo malecón. Esa noche hablamos, cantamos y reímos, reinaba una gran camaradería, sin tener la mínima sospecha que la avenida que tantas veces nos dejó ir y venir no nos dejaría regresar a casa.

Desperté y mi respiración era lenta y dolorosa, estaba entre un amasijo de hierros y aun aturdido entendí que habíamos tenido un accidente. Hice un esfuerzo por liberarme, pero mis piernas no respondieron, un gran temor se apoderó de mí y mi conciencia se hizo intermitente. Al recobrar la memoria, estaba acostado en una camilla y al observar el lugar supe de inmediato que estaba en un hospital. Mi mamá apareció de repente y pude notar en su rostro que había llorado mucho, pero trataba de parecer serena, rápidamente le pregunté cómo estaban ustedes, y con la mirada un tanto perdida me respondió: -¡Bien, están bien!, mientras limpiaba mi frente y sacudía mi cabello todo lleno tierra.  Tomé aire con dolor y le dije: Mamá no puedo mover mis piernas pero yo las siento y ella me respondió con menos rabia que tristeza: -Tranquilo, no te esfuerces.

Me ubicaron en una habitación y ahí pude ver a familiares y amigos, hasta los que estaban distanciados aparecieron. Me enteré que me había fisurado la columna y me había roto la pelvis y que tenía un fuerte golpe en las costillas del lado izquierdo, por lo cual me dificultaba respirar. Incesantemente pregunté por todos, y me dijeron que Gustavo estaba bien y le habían dado de alta, que Moisés estaba estable y que tu condición era crítica, que estabas grave, que solo unos aparatos te mantenían con vida. Una sensación indescriptible recorrió mi cuerpo y a duras penas pude seguir oyéndolos, quedé paralizado por unos minutos mirando el techo y no lograba imaginarte tendido en una cama con tubos por todos lados. Y así, con mas inocencia que lucidez, armé mi propio plan para que te levantaras de esa horrible cama; el plan consistía en decirle a cada una de las personas que me visitaba que antes de acostarse rezaran mucho por ti (yo lo haría el doble) y puse todas mis esperanzas en esa oración colectiva. Al salir el sol preguntaba por tu salud, aunque no recibía buenas noticias, no desistí de mi plan y yo más me esforzaba en mover las piernas.  Empecé a moverlas de un lado a otro en el mismo sitio, pero no podía doblarlas, ya quería levantarme e ir a visitarte. ¡Todas las noches rezaba!

Como al tercer día, desperté enérgico queriendo mover esas piernas de una buena vez y ya había logrado doblar  la derecha, con la izquierda era muy doloroso debido a la fractura que tenía en la pelvis, pero ya era un gran paso. Todo ese esfuerzo se desmoronó al ver entrar a tu tía y a un par de primas forradas de negro y taciturnas. Se posaron al lado derecho de mi cama. Aquella escena funesta marcó mi vida para siempre. Mis ojos se llenaron de lágrimas y tu tía solo asintió con la cabeza. Mi corazón pareció desprenderse de su sitio y me dejé ahogar en un río de lágrimas incontenibles, sentí tanta rabia y desesperación que quise levantarme olvidándome por un instante que estaba inválido; se necesitaron muchas manos para mantenerme pegado a la cama. Mi plan había fallado ¿Por qué Dios, por qué?

Mi frustración y rabia se acrecentaron, cuando ya estando un poco más calmado me dijeron que moriste la misma noche del accidente de manera instantánea, y que no me lo contaron porque era una orden médica no decirme nada; ese fue el segundo puñal que terminó de desgarrar mi alma. El no poder asistir a tu sepulcro y darte el último adiós. Es una herida que aún arde en lo profundo de mi ser, muy por encima de que mi situación no me lo hubiese permitido.

Ya pasaron casi 7 años…y aún las secuelas se hacen sentir: una columna siempre adolorida, una pelvis punzante y una psicología fracturada…pero por sobre todas las cosas un corazón con una gran cicatriz y un espacio vacío y un alma que muchas veces se siente sola. Cruzaste la línea del desembarque sin avisarnos, pero aún así sigues aquí… Algún día nos volveremos a ver y nos fundiremos en un abrazo… ¡Te extraño CHUCHÚ!

Leonel.

Publicado el 27/02/2012
leonel gonzalez
Soy un joven margariteño, soñador, estudiante de Cine. Hijo de una gran madre, Hermano de dos preciosas niñas y esposo de una excelente mujer!. "La vida es breve y lo breve es vida"