Tamaño de la letra Tamaño de la letra

A mi coronel, que sí tiene quien le escriba.


 

 

Hola. Ya estás acostumbrado a mis saludos casuales, lo sé. Ésta vez es diferente. Pretendo que sea ésta la última carta que yo te escriba.

Hace dos años que te hablo entre letras, noche tras noche, quizás con pequeños intervalos, quizás te huyo de vez en cuando, aunque a veces no soporte saber que te abandoné, recuerdo que me dejaste y me acobardo.  Me lleno de ira, de cólera, e intento alejarme una vez más de ti.

Ésta vez te escribo como otra de las cientas, entre lágrimas ofuscadas. Sí, como siempre. Muy bien lo sabes, pues me estás viendo. Siempre lo haces.  Te descubrí ¿Verdad? De igual manera, no puedo quitarte un abrazo.  En todo caso, estoy aquí, esperando justo lo que sé que merezco: un  regaño. No he sido buena ¿no? Ahora me siento tentada por el hecho de alejarme, de perderme y saber que estoy saliéndome de las reglas, pero estás allí y me conoces. Me detienes. ¿Cómo lo logras? No lo sé, pero  siempre lo haces.  Seguro ya te contaron que tengo novio y que con solo 15 años no lo consideran adecuado, toda una irresponsabilidad ¿no?  Pero sonrío divertida, pues siento que debes estar riendo, con cierto recelo, pero feliz al fin. Estoy bien, lo sabes.

Se me hace difícil escribirte, sabes que me cuesta organizar mis ideas y ya mucho te he hablado del pasado, de nuestros recuerdos, de tus historias.  No quiero caer en lo mismo, solo quiero que vuelvas.

A ver, ¿Cómo te explico? Siento que estoy sola, más allá de ti, de esto.  Me dejas un vacío a diario.  Desde que despierto, faltas.  Por cierto, no gané en aquel concurso que te prometí. Una vez más fallé a la hora de escribir, me ganó la subjetividad, temblé…Me acobardé, una vez más. Ya no quiero sentir que te fallo, ni mucho menos que te pierdo cada vez que me equivoco, sin embargo sigues estando en cada una de mis decisiones. Logro suponer que te fastidio de tanto preguntarte sobre asuntos naturales de la vida, que poco deberían mantenerte entretenido, estando tú tan lejos de esas ocupaciones terrenales.

Poco a poco, como siempre, mi rabia cesa a medida que te escribo. Para ser sincera, ya ni recuerdo hacia donde se enfoca mi cólera. Me siento tan absurda, como hace pocos días, cuando intenté caminar por ese centro comercial que siempre frecuentábamos, en tacones, para parecer mayor, más segura.  Seguro te reíste, fue un fracaso.

Discúlpame, pero una vez más me desvié del tema. Necesito verte con urgencia o conseguir una simple respuesta, pues merezco una explicación. Han sido dos años sin saber de ti, de conformarme con imaginarte sonriendo al abrir la puerta. El sonido de tus llaves y mi emoción reprimida.  Me siento tonta, una vez más, como siempre ¿Acaso es esa una sorpresa para ti? Dejo caer mi capa de orgullo, sin temor a llorar una vez más, pues pienso en ti y me desvanezco. ¡Aquí estoy! ¿Puedes verme? Créeme, hice todo cuanto pude, lo sabes. Lo hicimos. Quise sostenerte o simplemente marcharme contigo, pero aquí me tienes, escribiéndote una vez más, pues es lo único que se hacer para lidiar con tu recuerdo.

Papá, han pasado dos años desde que dejaste el lado derecho de esa fría cama, que ahora busco cada noche para imaginar que quizás sigues durmiendo distraído. Y simplemente, no estás.

Una vez más te mentí. Sabes que siempre lo hago, pues una treintena de cartas atrás prometí que sería la última, más no pude ni puedo y mucho menos quisiera hacerlo. Por el contrario, quiero escribirte cada día, contarte cada detalle, cada abrazo recibido, cada travesura, cada recuerdo. Ésta carta va por ti y por tu lucha, porque gracias a ti hoy puedo decir que tuve al mejor papá de éste y todos los mundos, pues tengo la total certeza de que es así, y sabes muy bien que no me importaría refutarle a quien sea que lo niegue, aunque mi afirmación carezca de argumentos válidos para los demás, esa es la realidad, la que idealizo.

Sabes que estaré junto a ti, cada 4 de mayo, esperando pacientemente por ti, con lágrimas en las mejillas…Prometí no llorar, pero sabes muy bien que hay cosas que se escapan de mis manos. Te fuiste y duele como no tienes idea, pero la rabia se cierra cuando acepto la verdad. Te fuiste y no había remedio. El cáncer se lleva a muchos, aunque aprendan a luchar, aunque existan héroes, como tú, dispuestos a aceptar todo menos un plazo en sus vidas. Otros ganan y siguen adelante, siendo unos vencedores, pero tú, aunque hayas sido vencido, para mí eres todo. Mi meta, mis sueños, mi modelo de vida.

Aquí estaré, a la misma hora de siempre, intentado ocultar el dolor que me sigue causando tu partida, pero justo como prometí: sin demostrarlo.  Nuestro pequeño secreto, la literatura, sigue a salvo entre esas páginas que acostumbrábamos a leer, coronel Buendía.

Hasta luego, papi.​

Publicado el 20/02/2012
Maria Betania Cedeño Tepedino
Después de leer, la vida cobra sentido. Esa es mi historia. Un cuarto de vida subjetiva y pasional, volátil, con el sueño de escribir y leer por el resto de mi existencia. Tan contradictoria como el deseo de estudiar ingeniería y al mismo tiempo letras. En definitiva, un asunto kafkiano.