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Al niño de la fotografía


 

 

Te escribe el que se está adentrando en caminos oscuros. El que se aleja de su vocación y de forma perenne descubre nuevas formas de soledad y desasosiego. Porque a veces te cansas de los eventos y no te importan los detalles. Los personajes son todos complementarios, excepto tú. Tus ojos son los que ven la realidad. Tú eres el cuerpo que siente el desprecio del entorno. Nada de lo que te rodea te pertenece, y tú no perteneces a nada. No encajas. Eres diferente.

No puedes gritar, no puedes golpear, no puedes patalear. Y así eres, eso eres tú, el silencio de ocultar un infierno entero dentro de ti. Eres tu propia guerra que no sabes terminar por más que te rindas. Porque con cada rendición la guerra se aviva.

Sí, admítelo, sí quieres sucumbir, pero una parte de ti siente curiosidad por lo que pudieras ser si sigues sobreviviendo. ¿Esperanza?, ¿Es eso? No sabes, no puedes reconocerla. Solo reconoces la vergüenza, el oprobio de haberlo permitido, de haberte fallado a ti mismo, de dejarte envolver en terror…

Puntos suspensivos.

Eres una fotografía vieja y llena de polvo. Ni siquiera puedo recordar por qué sonríes, por qué esa expresión fulgurosa de vida, como si estuvieras lleno de expectativas para el futuro. Toda la ilusión de nueve años, la confianza en ti mismo, el deseo de demostrarle al mundo quién eres. Todo condensado en una fotografía.

Tú querías tenerlo todo ¿verdad? Querías la magia, querías el arte, querías el amor… Querías pintar, cantar, danzar. Querías la armonía del planeta y erradicar el sufrimiento de los perritos y gatitos abandonados en la calle.  Querías ser escritor, querías escribir las más maravillosas aventuras de los personajes que habitaban en tu imaginación y unirte a ellos, sentir que eras parte de un secreto, de una confidencia, de una complicidad. Querías entregar amor, recibir amor, así fuera solamente de tus muñecos inanimados o de los perritos y gatitos de la calle.

Querías dejar de sufrir. Querías escapar y empezar de nuevo, por arte de magia, tal y como sucedía en tu imaginación, siempre sonriente, siempre milagrosa que te salvaba de los niños malvados…, de los monstruos y vampiros que sobrevivían con tu dolor.

Lo siento tanto. Pensé  que podía cumplir la promesa de convertirte en una persona digna, sin temores ni arrepentimientos, pero… resulta tan cómodo, tan fácil confundirse entre la suerte. Es fácil renegar de tus habilidades y dejar que tus miedos envejezcan contigo. Dispersarse entre las mentiras para, a duras penas, sobrellevar la fatiga que lo indeseable produce en el alma.

He querido prolongar este encuentro contigo, conmigo mismo, pero supongo que la culpa es demasiado pesada como para seguir avanzando. En estos momentos lo que más deseo es que podamos perdonarnos y que finalmente estemos en paz.  ¿Crees que sea posible?

Necesito de tu esperanza, de tu ilusión pueril para volver a creer. Creer en la vida y creer en mí mismo.

Te escribe el que se está adentrando en caminos oscuros, pero que por alguna extraña razón permanece arraigado a la pequeña luz, forcejeando, sin rendirse del todo.

Porque aun quiero quererte.

Siempre tuyo,

Cristofer Martínez

Publicado el 14/02/2012
Cristofer Martínez
Me llamo Cristofper Martínez, tengo 25 años, y soy de Villa de Cura, Estado Aragua. Me gusta mucho la literatura y el arte en general aun cuando a veces no tengo el tiempo ni la oportunidad suficiente para dedicarme el tiempo que realmente deseo. Escribí la carte como una especie de reconciliación conmigo mismo, espero les agrade.