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Juego pendiente


Te escribo a pesar de Cesar, claro, que siempre está con lo mismo, con el paso del tiempo, con que necesito ayuda, y qué sé yo cuántas pavadas. Parecería que para él la vida es un hilito de agua, unas gotas irrecuperables que se escapan hasta donde las manos no llegan.

Como si yo no supiera que algo te pasa conmigo y por eso no venís; algo, no sé qué, vaya a saber qué ofensa para dejarme así esperándote. Porque si algo te gustaba era que yo estuviera a tu lado; yo, tan inquieto, tan  bobo, tan distinto a los que huían de  tu silla de ruedas, como si la quietud y la tristeza se contagiaran con mirarse a los ojos.

Además a mí qué me hacen  Cesar y el resto, si jamás me importó un carajo la gente con sus bocas, sus anteojos, sus peines en el bolsillito de atrás.

Quererte era tan fácil…; como tan difícil sacarte una sonrisa, esa que te provocaba de puro bufón y a morisqueta viva, para que se asomara tan tímida en tus dientes, como una llovizna, una brisa,  una cascarita de durazno en la arena. Lo demás: un placer. Te arrancaba de los dedos el libro de  Historia  –ese que te tragabas sin soda, tarde a tarde,  para dar la materia  libre- y te llevaba a ver una de Errol Flin al cine donde el taradito de la entrada  ponía excusas para no dejarte entrar. Después ya sabés: el quilombo, los gritos y el encargado de  sala dándome la razón, y por lo bajo mi puteada triunfadora al de la puerta. Si habré puteado por vos, muñequita, a la vida, a la suerte, a tus viejos cuando te escondían, a los pibes cuando me ridiculizan por llevarte  calle abajo en tus ruedas, con las cosquillas del miedo hasta en las uñas y las del viento en tus labios. Putear, putear y putear, a falta de la espada hollywoodense, o del sayo del héroe de Salgari…, aquel Salgari  con el que te adormecía leyendo.

Si hasta fingir era lindo. Hasta disimular tus lágrimas cuando aparecías   untada de no sé que mierda con olor a  eucalipto, y ahí yo dele hacer piruetas   hasta robarte una carcajada. Y, con tu carcajada, el arco iris ya era en tu rostro; lluvia y sol, risa y llanto, como si el mismo dios inalcanzable que pinta el cielo, te tonalizara los cachetes en siete colores ante esa triste alegría que exhalabas. Después  merienda a muerte, ni que decirlo; y tu mamá  a la puerta con la queja renovada: que después no me cena, que se pasa la hora de la pastilla, que tiene que descansar.

Te esperé tanto esa tarde…, con los cigarrillos de mi hermano, porque, aunque me retaras por fumar, te fascinaban  las hilachas de humo  y mis descripciones fantásticas: ahí se dibujó  una sirena;  ese es un ángel apenado; aquel es un pájaro herido. Y vos creyéndome un poeta, y yo esforzándome por decirte la existencia en palabras bonitas, copiando a escondidas de un librito de Neruda de la tía Chola… Si le habré afanado a ese chileno…

Pero no viniste. Pensé de todo: un enojo, tu familia, el médico. Mi vieja no me dejó salir. Yo pegué la boca en la ventana; cerca de tu casa vi gente, flores, murmullos que llegaban deformados, coches negros.

Te esperé, te esperé, te esperé.

Varias veces volví a verte, bah, tres o cuatro. Siempre de lejos; estás igual, aunque sólo alcancé a distinguir tu pelo castaño. Te chisté, te  llamé por tu nombre, pero la gente que te lleva parece mirarme como un chiflado y el final es siempre el mismo: tu figura difusa que se pierde y yo gritando “¡vení esta tarde!”.

Ni sé para qué te lo escribo, si ya lo sabés; siempre termino triste,  porque jamás me hacés caso y me quedo con Sandokan a medio leer y los alfajorcitos de maicena sin tocar. Y para no darle la razón a Cesar que dice que estoy medio loco, salgo a caminar por el barrio pensando en nada. Pensar en nada…, sí, se puede; es tan lindo olvidarse de todo. Lástima que siempre te interrumpe una viejita, o un chico corriendo, o una encuestadora que te acosa: ¿Cuál es su edad? ¿Qué perfume usa?  ¿Qué actor de cine admira actualmente?

Mirá qué pregunta…Y yo, de puro bueno que soy, todavía se  la contesto: Errol Flynn, piba; Errol Flynn.

Publicado el 02/02/2014
Marcelo Galliano
Ciudad Autónoma de Buenos Aires Argentina
Poeta, cuentista, novelista, ensayista, dramaturgo, guitarrista y periodista. Como instrumentista ha grabado cuatro discos, fue ganador de un Premio Gardel como mejor Álbum de música clásica 2002. Como escritor, ha trabajado en diversos medios. Tiene dos libros editados y sus obras figuran en decenas de antologías.