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La palabra que vale más


El día en que la escuché por primera vez sentí envidia, de la honesta, de la que estimula el alma. La escuché y quise imitarla, pero no pude. En mi voz tenía otro significado, o mejor dicho, carecía de él. Fueron torpes mis labios y brusca mi dicción; fue un chillido. Y tú la repetiste para cautivarme de nuevo con su magia, su cadencia y su profundo valor. Tengo ‘muita saudade’, dijiste recostada de un árbol con el sol escondiéndose tras el Parque del Oeste.

Los primeros días de nuestra relación recorrieron los tópicos de una pareja internacional, en un trueque inagotable de términos que daban sentido a las experiencias. Todo lo que ya conocía era redescubierto en otro idioma, como si de pronto mi memoria fuera aniquilada y mi cuerpo abandonado en el medio de Callao. Así prosiguieron las semanas, con frases complejas y con interjecciones que se adueñaron de mis instintos. Las malas palabras, por supuesto, ya las guardaba para mis enojos desde la noche en que nos conocimos.

Hoy me encontré de nuevo con esa palabra y debo confesarte, con pena y orgullo, que ya la siento mía. La envidia de la primera vez fue satisfecha; y por primera vez sentí en el corazón la aflicción del deseo cumplido. Te escribo para que sepas que tengo muita saudade de ti.

Se hizo costumbre retarnos con el idioma, a manera de juego. Mi castellano llevó la delantera ante tu portugués, excesivo con los sonidos nasales y de la ye. Siempre lo aceptaste con naturalidad, como no podía ser de otra forma porque bien sabemos que es pueril ofenderse o enorgullecerse por lo que nos viene impuesto en la vida. El juego del idioma cedió al de las ciudades y allí claudiqué con escasa lucha. Mi cerro el Ávila, baluarte de mi idiosincrasia, fue el que mejor resistió la competencia del Pão de Açúcar, el Morro Dois Irmãos y el Cristo Redentor que desde el Corcovado abraza la bahía de Guanabara. Todavía hoy recuerdo la vez en que me ganaste de manera incontestable, cuando dijiste saudade de Río de Janeiro.

Es una palabra hermosa y no encuentra rival en el castellano. La nostalgia o la tristeza son sentimientos insignificantes al lado de ella. Cuando me la presentaste de manera formal, esa tarde recostada del árbol, me dijiste que había sido seleccionada la palabra más linda del portugués. Más tarde descubrí que la Real Academia la incluye en su diccionario, pero ya sabemos lo que hacen los hispanoparlantes con las palabras foráneas. Aprendí que saudade no puede ser leída en castellano; se vulgariza. La unión de la D con la E no puede hacerse con mis reglas, sino con las tuyas: tiene que leerse saudayi. Y que su seducción reside en la sonoridad: tiene que ser pronunciada y escuchada para excitar al corazón.

Y por supuesto, tiene que ser sentida. Eso me lo repetiste tantas veces que nunca pensé que podría entrar en tu mundo. Yo la utilizaba cuando adivinaba la ocasión, pero tú descubrías la impostura. Solo podrás sentirla cuando ames de verdad, me dijiste una mala noche en que volviste de viaje y dije que tenía saudade de ti.

A partir de allí apareció la distancia entre Brasil y Venezuela. La duda, cuando entra en un lugar, lo destruye. El ímpetu de tus playas y el calor de tu sol contrastaban con la pausa de mi montaña y la neblina matutina de las lomas. La vitalidad brasilera, novedosa y fuerte, reñía con mi desaliento venezolano, anticuado y marcial. Yo no alcanzaba a sostener tanta alegría y felicidad; tú no congeniabas con las pausas reflexivas de un futuro incierto.

Hasta que hoy me atreví a escribirte, después de tanto tiempo sin sabernos. Un texto condenado llegó a mis manos y supe que eras tú la que te me aparecías. Lo escribió la brasilera Martha Medeiros y lo tituló ‘El dolor que más duele’. Y allí estaba la palabra, la que ahora no me deja avanzar. La saudade es lo que más duele, eternizó Medeiros, pero yo lo supe contigo. Lo supe ahora, cuando leí la palabra en voz alta y no estabas junto a mí. Agora vivo com saudade de você.

Publicado el 13/02/2014
Pablo Amair
Caracas Venezuela
"Nací en Caracas, me crié en el Colegio Emil Friedman y crecí en la Universidad Central de Venezuela. A partir de eso soy muchas cosas".