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MANDALA DE VIDA



Mi cobijo:



Tantos años en ti… Tantos recuerdos y momentos vividos dentro. La primera vez que te vi, eras imponente, radiante. Te percibí  alegre y enorme. Yo, la mayor de cuatro hermanos, apenas una niña de cinco años, te recorría entera, aunque sin dejar de extrañar a la primera, la de mi abuela Marina. 



Eras amplia, fresca, cálida y acogedora. Estilo de los glamorosos años cincuenta, sin rejas, piso de granito, ventanales amplios, patio, patiecito, porche, jardín en la entrada. Papá, empíricamente experto en inventos, se encargó de tu decoración. El alocado bar con colores futuristas; recuerdo muy bien las lámparas, unas elaboradas de cobre… nada más y nada menos que con las bolas de los flotantes de las pocetas. La del cuarto de la televisión era del caparazón de una enorme tortuga, otras con diseños que nunca vi en otra parte. De inmensa sala, cocina sencilla, donde mami preparaba sus deliciosos platos y dulces  con aroma a remembranzas; el pasillo típico, pleno de retratos genealógicos hasta llegar a las habitaciones. Una sola planta y una gran patio con árboles de mangos, ciruelas, aguacates. En él habían dos tubos (de donde salían cables para tender la ropa) donde “moneábamos” desde ellos a la mata de mango y hasta el techo de la casa. Allí disfrutábamos de los frutos en la época de cosecha. Por tu patio pasaron desde columpios, casita de muñecas, (hecha por papá, por supuesto) cría de cobayos, gallinas, morrocoyes, conejos, perros, gatos.



En ti experimenté vivencias… Mi primera comunión, no hice más que cruzar la calle pues quedas justo frente a una iglesia, la cual vi construir y en ese tiempo, también pasé mi primer gran susto a los ocho años cuando, justo frente a ti, un carro atropelló a mi hermano de siete, quien me acompañaba a esperar el autobús del colegio, del otro lado de la calle. Lo bombeó unos 30 metros pero para mi fueron mil; él se paró y caminó hacia mi y yo bloqueada, en ese momento se paró el autobús escolar, me monté y lo dejé allí. Gracias a Dios fue atendido y no fue más que contusiones y mi devastador cargo de consciencia. También en ti viví cumpleaños, amores, matrimonio, bautizo de mis hijos, divorcio. Luego te alquilamos por un tiempo. Pasados unos años regresamos haciéndote algunas remodelaciones. Aparecieron las rejas. Tus paredes, las mismas aunque más húmedas y adoloridas sentían el cambio a venir… Aunado a las huellas del imperdonable Cronos, fue llegando una tras otra la partida de seres que te dieron caricias, alegrías y lágrimas, cuando sintieron el resonar de quejidos en el vacío dejado por los pichones al volar.



Pero,¡ todo esto lo sabes y lo expresas! Con los años y las pérdidas, aunque grande y de aparente fortaleza, te fuiste resquebrajando, hundiendo poco a poco. El jardín, ya no reverdece, las ventanas se oxidan pues lloras desde adentro y se tu aflicción: La querella de sus herederos. Ninguno quiere invertir en tu mantenimiento. Hay que venderte. Mi tocaya, quinta hermosa, ojalá pudiera comprarte, seguir aquí para recuperar tu lozanía pero… todo cambia, el tiempo arropa, los ecos vacían el alma y la vida es tan complicada que hay que cobijarse en otro espacio más pequeño. Ocuparás un lugar preferente en mi recuerdo con tu olor, tu historia en mí, hasta que la memoria decida olvidar. Te quedas con algo hermoso… Nuestros más íntimos secretos y el privilegio de haber tenido habitantes que en su momento honraron tu valor y le correspondiste con ese calor no humano y no menos preciado. Me despido con la esperanza de poder cambiar el rumbo de tu presente-futuro, para que sigas co-creando historias. Gracias por haber sido cobijo y guardiana de premios y angustias.



Te ama tu tocaya:  Alcira



Publicado el 24/02/2013