Tamaño de la letra Tamaño de la letra

Acompáñame en mi Soledad


Querido Hijo:

Me pregunto ¿por qué me colocaron solo en esta mesita tan pequeña lejos de la mesa de comer familiar?, hijo, ¿por qué no quieres que te acompañe a ti y a tu familia?, ¿será porque te avergüenza que se me dificulte tomar mis cubiertos y vaso   y se derrame la comida en mi ropa y sea un mal ejemplo para tus hijos? o ¿será que te asusta que me ahogue con mis propios alimentos? o ¿será tal vez que mi temblor al comer   te pone nervioso? o ¿será que hablo mucho y los fastidio al  recordar  mi vida, contándola y contándola?, a veces pienso que eso es lo que no les gusta,  escuchar tantas veces el mismo cuento.

No quiero pensar mucho hijo de ¿por qué me apartaste de tu lado?, porque me he dado cuenta de que no solo de la mesa, también de las reuniones y de los paseos familiares  y ¿sabes hijo? aun me gusta que me saquen a pasear en el carro,  ver los pájaros, las flores, la gente en su día a día;  pero no te preocupes, también soy feliz sentado en el porche de la casa en la mecedora que me regalaste... ¡Gracias Hijo! ...  en esta soledad tan grande no puedo dejar de pensar, me ves torpe y viejo, pero aunque no lo creas aun tengo mucha claridad para pensar y sentir.

A veces pienso que me apartas de tu lado porque te ves reflejado en mi mirada y te imaginas en tu futuro apartado también y te da miedo  y  te entiendo hijo, yo también a veces siento miedo y debo decirlo, lloro en silencio… me asusta  la idea de ir a morir solo en un lugar de esos donde meten a los viejos.  Recuerdo a un amigo  cuando aun lucido y en una de nuestras  últimas conversaciones me lo dijo “aparento  estar de acuerdo con mis hijos de que me metan en un lugar de esos, entiendo que se les hace difícil cuidarme, pero en el fondo amigo, tiemblo de miedo, al imaginarme muriendo solo “... y murió solo...

Yo no quiero morir solo hijo, solo de esa forma no... Aunque debo confesarte que la soledad espiritual es peor que la física. No te recrimino, ni reclamo nada, entiendo que cuando ya estamos viejos y enfermos se hace mas difícil estar a nuestro lado y vernos como una grata y útil compañía, aunque aun así como me ves, puedo dar un consejo o ser un oído fiel a alguna situación que me quieran contar y que les preocupe, he aprendido a  escuchar y a no juzgar.

No se las causas hijo, pero igual te agradezco que me tengas en tu casa, me gusta oír las risas de mis nietos y las tuyas, me gusta sentir el calor de la familia, aunque a veces tenga que mendigarlo de alguno que se atreva a mirarme  en mi mecedora y vea una súplica en mis ojos y se siente a escuchar mis cuentos o me de un abrazo o simplemente me coloque la mano en  el  hombro y me diga ¡Ajá viejito! ¿por dónde andas?, cuando mis recuerdos  me llevan al pasado.

Prefiero hijo,  pensar que me apartas de tu mesa y de tu vida porque  te duele ver al que un día fue tu fuerte padre así,  débil y enfermo. Siempre lo supe: mi hijo es bueno, es noble. Sólo me gustaría que miraras mis ojos y sintieras esos puentes de amor que  hay por siempre entre ambos, que son los recuerdos hijo, esos recuerdos que son parte de tu vida y de los cuales yo de alguna forma también formo parte. Recuerdo cuando eras pequeño, torpe, cuando derramabas sobre ti tus alimentos, cuando tropezabas con todo y caías al tratar de caminar y yo no te aparté de mi lado, al contrario,  me uní mas a ti, para ayudarte, para apoyarte.  No me abandones hijo,  ahora mas que nunca te necesito, no solo para caminar, para comer, te necesito para vivir hijito, aún en  mi gran soledad, mis puentes de amor hacia  ti perdurarán por siempre  y te ayudaría y apoyaría eternamente si mis fuerzas me lo permitieran.

Hijito mío, quiero decirte, no te pido mucho, solo una mirada franca, siente mi amor por ti y mis deseos de tu presencia a mi lado, no te quiero ausente hijo, me lastimas.  Solo quiero de ti un gesto de cariño, que escuches en ocasiones mis cuentos aunque te fastidien, ya me falta poco hijo… que seas mis brazos y mis piernas de vez en cuando, en mis ya dificultosas  caminatas, que alguna que otra vez  me des un paseo corto en tu carro y me enseñes la ciudad, que me compres un helado aunque sepas que mas de la mitad se va a derramar y me perdones por ensuciar mi ropa y los bonitos asientos  y que el día de mi muerte te encuentres a mi lado y como quizás estaré asustado aprietes fuertemente con tu mano la mía, y con una sonrisa me dejes partir, dándote mi bendición, sabiendo que cumplí mi misión en la vida al hacer de ti mi hijo, un Buen Hombre.

Tu Padre

ILEANA SALAZAR BELLOSO.

 

 

Publicado el 15/02/2012
Ileana Salazar Belloso
Me gusta escribir desde niña, engavetada algunos años mi amor por este arte, lo redescubro, desde hace un tiempito, claro,  pasión al fin volvó a la vida y puede ser despertada mi musa  por cualquier  pensamiento, palabra oida o situación vivida en mi vida diaria.. caso de esta carta que hoy les presento, surgió de una  palabra...