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Amor


Caracas, abril de 2005

Amor,

Debe extrañarte esta epístola furtiva.

¿Cómo iba a escribirte ahora, desde tan lejos, quien entre tus brazos callo todo el tiempo? Pues quiere la ironía que, ante tu ausencia, aquellas palabras que ahogaba en mi garganta se estrellen consecutivas y abundantes sobre este folio, vacio como mi espíritu. ¿Qué triste me resulta haber preferido la máscara del silencio a la nobleza de las palabras!

Me preguntabas qué decía cuando callaba y yo, en mí mudez voluntaria, no supe aprender el tono de tu inseguridad. Perdóname, perdóname por condenarte al desasosiego de un mundo construido sobre las breves bases de los laconismos. En mis tácitas respuestas tu intuías tabúes que yo no supe desmitificar y acertadamente atribuías a mi pensamiento palabras que mis labios no querían pronunciar.

Aún cuando te rendías, abatido de dialogar contra mis murallas, todavía tu amor tenía ánimo para suspirarme al oído un “me gustas cuando callas porque estás como ausente y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca”. Por eso Neruda no va a ser lo mismo si tú no me lo santas al oído. Por eso el poemario que me leíste aquella tarde oscura de enero queda con tu acento rotulado en mi alma. Por eso los silencios cotidianos se me hacen más odiosos hoy, por cuanto me hacen vivir en carne los mutismos  a los que yo te sometía cuando ruinmente te escatimaba los“te amo”. Tenis miedo. Como hoy cualquier elipsis es vana, no me queda más que el arrepentimiento.

Una vez me importunas con la pregunta de quién había sido mi primer amor. Con vergüenza me callé lo que debiera enorgullecerme: que no hubo hombre antes de ti.

Me apenaba mi currículum vacío  frente a la retahíla de vidas que tú conociste en otras.

Mentí. Mentí y fue como seguir callada. ¿Cómo iba decirte que antes de tenerte sólo poseía las brumas de historias inconclusas? Tenía miedo de que me hallaras insulsa. Escoge a un héroe de novelitas rosa o a cualquier imbécil que se te antoje en una plaza. Esos fueron mis amores; vacíos de sentido, fértiles en decepciones.

Pero esa no fue la quimera más despiadada de mis silencios. La víspera de tu partida, cuando me suplicabas que no perdiéramos contacto y me pedias que nos amaramos a distancia; yo me mostré categórica en mi negativa y te rehusé un amor a doce horas de diferencia y kilómetros hacia occidente. Te aseguré que desde entonces tocaría a Cronos escribimos las historias que nos merecemos, para que cuando en una encrucijada del futuro nos consiguiésemos, nos viéramos satisfechos de no haber mancillado nuestro amor con las incertidumbres de la geografía.

Yo sé que no creíste en mis razones. Te agradezco, sin embargo que las acataras.

Quizás, incluso me guardes rencor por mi mezquindad. En mi favor, sólo puedo decirte que yo creía en la lógica de mi argumento.

Quería que te amaran otros cuerpos y te pertenecieran otros espíritus para que la mujer que escojas para ti, sea la madurez de los sentimientos exquisitos que por mi profesaste.

Sufriríamos aparte los vértices de nuestras soledades, pero entenderíamos que nuestra relación estaba signada para transcender, pero no para durar.

La calidad de los sentimientos que yo dediqué a otro los forjaste tú en mi corazón. Tú eres una experiencia que la vida me ha dado como premio. Yo amaré porque tú me enseñaste.

Espero que en tu vida yo sea más que la detención en un momento apasionado, porque no soportaría que mi egoísmo haya viciado la única cosa sincera de la que me ufano: tú.

Si me  olvidas, merecido castigo a quien no supo decirte lo que sentía en su momento por las frustraciones forjadas en decepciones de espíritus pasados.

Perdóname amor, y que sea esta carta sin destinatario mi condena por la negativa a lanzarme irremediable y ruidosamente, en las olas de tu pasión.

Michelle

Publicado el 10/02/2005
admin
Caracas Venezuela
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