Caracas, 8 de agosto de 2005
Alec,
Tengo tanto que decirte que no sé dónde ni cómo empezar. Últimamente mi sentido de unión familiar y la necesidad de conocernos y compartir más está creciendo a diario. Si algo tengo claro es que siempre te he admirado y tenido en un altar, no necesariamente por logros ni palabras sabias. Simplemente por la figura que representas en mi vida, por tu esencia y forma de hacer todo lo que haces. Estoy completamente segura de que la mayoría de los conocimientos y las actitudes que tengo hacia la vida los he aprendido por tan solo haberme criado a tu lado. Si no fueses mi hermano, yo no sería yo hoy en día. Qué orgullo.
Creo que cuando hablo de Alec (que además tu nombre me encanta) se me nota la admiración que te tengo, ese amor que sólo los seres que tienen hermanos conoce. Estoy segura que la gente dirá que exagero a la hora de hablar de tus dotes, es que para mí son incalculables.
Hoy en día vivimos vidas totalmente distintas, me atrevo a decir que lo único que tenemos en común son nuestros padres. No me molesta, aún me río de cuando bailábamos “Surfin’ USA” en La Castellana o de cuando se nos cayó el huevo de avestruz en las sábanas tan exquisitas de Mommy ¿Te acuerdas? En esa época lo único que no teníamos en común eran el fútbol y el flamenco. Lástima que esos tiempos duran tan poco.
Igual nos falta mucho por vivir. Falta ver nacer a nuestros hijos, como si fuera poco. Soñaría con que nuestros hijos fuesen como tú y yo, esa relación exacta. Con los altos y bajos de nuestra niñez, tuvimos la crianza más interesante y sana que cualquier persona que conozca. Tuvimos suerte, Alec, hay que ver el lado positivo: fuimos chamos interesantísimos.
Nunca hablamos. Cuando vienes pocas veces conversamos, únicamente lo básico. Mi excusa tal vez es que no entiendes mi estilo de vida, o mejor dicho: debe ser aburrid para ti. Y la verdad es que yo no entiendo la tuya, pero jamás me aburriría escucharte hablar de ella. A veces no hablo mucho contigo porque supongo que estoy interrumpiendo la música que tienes en la cabeza, igual siempre me has contestado con monosílabas, onomatopeyas, gestos, o movimientos corporales. No me molesta, tú y yo siempre nos hemos entendido.
Cada vez que pienso en los cambios que ha dado tu vida en estas últimas semanas siento un alivio inmenso, me extraña porque siempre supe que puedes superarlo todo. He tenido siempre la seguridad y la fe en ti de que vas a ser un gran hombre, no me cabe duda. Pero parece un milagro, ¿no?, todo ha pasado tan rápidamente. Si antes de admiraba… ¡Hoy te idolatro! No quiero presionarte, no quiero que pienses que ahora espero ver sólo sonrisas en tu rostro. Un día nos sentimos felices y optimistas y el otro nos sentimos como una mierda, coño, somos seres humanos.
Otra cosa que me tiene boba de la felicidad es ver como tu rencor hacia Daddy se convirtió en gratitud, amor, admiración y respeto. Te confieso que jamás pensé que iba a ser así. Hoy veo a Daddy referirse a “my son” con otra mirada y me fascina ver como está dispuesto a mover montañas por ti, siento que gracias a todo esto nuestra familia es otra; me supongo que es cierto ese cliché: “Todo pasa por algo”.
No me quiero morir mañana sin decirte cuánto te amo, que eres el mejor hermano que una niña puede tener. Quiero volverte a ver y contarte todo lo que ha pasado en mi vida, todo de lo que te has perdido; quiero abrazarte esta vez y recordarte siempre que cuentas conmigo, hacerte cosquillas y chalequearte como hacen los hermanos que veo con tanta nostalgia… ¡Y escupirte desde las escaleras!
Te adoro, bro…
Eva
Alec,
Tengo tanto que decirte que no sé dónde ni cómo empezar. Últimamente mi sentido de unión familiar y la necesidad de conocernos y compartir más está creciendo a diario. Si algo tengo claro es que siempre te he admirado y tenido en un altar, no necesariamente por logros ni palabras sabias. Simplemente por la figura que representas en mi vida, por tu esencia y forma de hacer todo lo que haces. Estoy completamente segura de que la mayoría de los conocimientos y las actitudes que tengo hacia la vida los he aprendido por tan solo haberme criado a tu lado. Si no fueses mi hermano, yo no sería yo hoy en día. Qué orgullo.
Creo que cuando hablo de Alec (que además tu nombre me encanta) se me nota la admiración que te tengo, ese amor que sólo los seres que tienen hermanos conoce. Estoy segura que la gente dirá que exagero a la hora de hablar de tus dotes, es que para mí son incalculables.
Hoy en día vivimos vidas totalmente distintas, me atrevo a decir que lo único que tenemos en común son nuestros padres. No me molesta, aún me río de cuando bailábamos “Surfin’ USA” en La Castellana o de cuando se nos cayó el huevo de avestruz en las sábanas tan exquisitas de Mommy ¿Te acuerdas? En esa época lo único que no teníamos en común eran el fútbol y el flamenco. Lástima que esos tiempos duran tan poco.
Igual nos falta mucho por vivir. Falta ver nacer a nuestros hijos, como si fuera poco. Soñaría con que nuestros hijos fuesen como tú y yo, esa relación exacta. Con los altos y bajos de nuestra niñez, tuvimos la crianza más interesante y sana que cualquier persona que conozca. Tuvimos suerte, Alec, hay que ver el lado positivo: fuimos chamos interesantísimos.
Nunca hablamos. Cuando vienes pocas veces conversamos, únicamente lo básico. Mi excusa tal vez es que no entiendes mi estilo de vida, o mejor dicho: debe ser aburrid para ti. Y la verdad es que yo no entiendo la tuya, pero jamás me aburriría escucharte hablar de ella. A veces no hablo mucho contigo porque supongo que estoy interrumpiendo la música que tienes en la cabeza, igual siempre me has contestado con monosílabas, onomatopeyas, gestos, o movimientos corporales. No me molesta, tú y yo siempre nos hemos entendido.
Cada vez que pienso en los cambios que ha dado tu vida en estas últimas semanas siento un alivio inmenso, me extraña porque siempre supe que puedes superarlo todo. He tenido siempre la seguridad y la fe en ti de que vas a ser un gran hombre, no me cabe duda. Pero parece un milagro, ¿no?, todo ha pasado tan rápidamente. Si antes de admiraba… ¡Hoy te idolatro! No quiero presionarte, no quiero que pienses que ahora espero ver sólo sonrisas en tu rostro. Un día nos sentimos felices y optimistas y el otro nos sentimos como una mierda, coño, somos seres humanos.
Otra cosa que me tiene boba de la felicidad es ver como tu rencor hacia Daddy se convirtió en gratitud, amor, admiración y respeto. Te confieso que jamás pensé que iba a ser así. Hoy veo a Daddy referirse a “my son” con otra mirada y me fascina ver como está dispuesto a mover montañas por ti, siento que gracias a todo esto nuestra familia es otra; me supongo que es cierto ese cliché: “Todo pasa por algo”.
No me quiero morir mañana sin decirte cuánto te amo, que eres el mejor hermano que una niña puede tener. Quiero volverte a ver y contarte todo lo que ha pasado en mi vida, todo de lo que te has perdido; quiero abrazarte esta vez y recordarte siempre que cuentas conmigo, hacerte cosquillas y chalequearte como hacen los hermanos que veo con tanta nostalgia… ¡Y escupirte desde las escaleras!
Te adoro, bro…
Eva
Publicado el 01/02/2006
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Eva Ekvall