A un amante de telenovela:
Ya no lo recuerdas, pero tu amor era tan loco que alguna vez, camino a una de nuestras citas en el Drug Store de Chacaito, caíste en uno de esos pozos que aún se forman en los lavadores de carros de El Rosal.
Pues así, cubierto de grasa hasta más arriba de tu impoluta camisa, cruzaste la calle y te dirigiste a una tienda de ropa, en donde te hicieron lavado y cambio de muda, para llegar a la cita con más de dos horas de retraso, que si hubieran existido los celulares, mi rabia se hubiese calmado. Pero allí estabas con un ramo de flores vestido de “Adams” con una seductora sonrisa y una labia de galán que echó por tierra mis malos humores.
Es una de las tantas historias que hoy repaso mirando viejas fotografías en las que apareces junto a mí lleno de vida, al volante de un mercedes “Caja de Fósforo”, con tu pinta de actor hollywodense, tus ademanes principescos, tu cuerpo de atleta ruso dispuesto a recorrer, tomado de mi mano, todos los maratones de la vida.
Nuestra telenovela esta ahí, paseando por las calles del Nueva Cork, abrazados alas orillas del Orinoco, cucaramados al pico de Bolívar, en nuestro recorrido por los Andes, bailando tango en “El viejo Almacén” de Buenos Aires o perdidos en la turbulencia de las calles paulistas.
Siempre en plan de emergencia ayer ricos, disfrutando de los placeres de la vida, de pronto, disminuidos, soñando los mismos placeres. En París, recibimos el año nuevo en un modesto bar marroquí. Y ahí está la fotografía todos con una roja nariz de payaso, la bocota encendida, los ojos maquillados, nos reímos hasta llorar tú, yo tu hija adoptiva, tu yerno, tus nietos ayer volviste a ver la fotografía y la pusiste en un marco “para recordar”.
Treinta años haciendo locuras ¿no es como mucho? Bueno, pasaron rápido, se fueron volando y es que nuestra vida ha sido una ruta de gozo por la que corrieron con generosidad los buenos vinos, los besos y las ternuras, las peleas y las reconciliaciones. Discutiendo por nimiedades y celebrando luego en pequeños restaurantes franceses de esos que abundaban en la Caracas de la cuarta. También celebrabamos en la cama. También exprimiéndole el placer a la vida y compartiendo gustos, Julio Jaramillo y Los Beatles; Bach y Celia Cruz, la gran amiga.
¿Pero que está pasando ahora que escribo estos renglones disparatados en su caligrafía?
Pasa, amor, que ya no estas, que ya no habitas este mundo, que se te ha ido la memoria cercana y de la lejana solo recuerdas a tus padres rusos, muriendo de amor con un mes de distancia. Pasa que miras y no ves, que caíste en otro pozo diferente al del lavado de carros: el del Alzheimer no hay muda para cambiar y nadie, ni tú mismo sabes para donde vas. Te enredas en un laberinto del que no aciertas salir, para disfrutar de lo que merecerías como premio a tu corazón de heróe de todas las batallas. Caminas por la vecindad con tu pinta de galán otoñal, tus cabellos plateados y tu bastón de falso ónix, atado a tu mascota que tiene nombre de goleador de fútbol. Hace unos días mirando la fotografía de los payasos e París, que éramos nosotros me preguntaste,
¿Y tu, quien eres?
Miraste hacia la ventana y cerraste los ojos mientras escuchabas una canción de Simona que decía: “Voy a apagar la luz, para pensar en ti”
Te Quiere: Mariale
Caracas 28 de Febrero de 2007
Ya no lo recuerdas, pero tu amor era tan loco que alguna vez, camino a una de nuestras citas en el Drug Store de Chacaito, caíste en uno de esos pozos que aún se forman en los lavadores de carros de El Rosal.
Pues así, cubierto de grasa hasta más arriba de tu impoluta camisa, cruzaste la calle y te dirigiste a una tienda de ropa, en donde te hicieron lavado y cambio de muda, para llegar a la cita con más de dos horas de retraso, que si hubieran existido los celulares, mi rabia se hubiese calmado. Pero allí estabas con un ramo de flores vestido de “Adams” con una seductora sonrisa y una labia de galán que echó por tierra mis malos humores.
Es una de las tantas historias que hoy repaso mirando viejas fotografías en las que apareces junto a mí lleno de vida, al volante de un mercedes “Caja de Fósforo”, con tu pinta de actor hollywodense, tus ademanes principescos, tu cuerpo de atleta ruso dispuesto a recorrer, tomado de mi mano, todos los maratones de la vida.
Nuestra telenovela esta ahí, paseando por las calles del Nueva Cork, abrazados alas orillas del Orinoco, cucaramados al pico de Bolívar, en nuestro recorrido por los Andes, bailando tango en “El viejo Almacén” de Buenos Aires o perdidos en la turbulencia de las calles paulistas.
Siempre en plan de emergencia ayer ricos, disfrutando de los placeres de la vida, de pronto, disminuidos, soñando los mismos placeres. En París, recibimos el año nuevo en un modesto bar marroquí. Y ahí está la fotografía todos con una roja nariz de payaso, la bocota encendida, los ojos maquillados, nos reímos hasta llorar tú, yo tu hija adoptiva, tu yerno, tus nietos ayer volviste a ver la fotografía y la pusiste en un marco “para recordar”.
Treinta años haciendo locuras ¿no es como mucho? Bueno, pasaron rápido, se fueron volando y es que nuestra vida ha sido una ruta de gozo por la que corrieron con generosidad los buenos vinos, los besos y las ternuras, las peleas y las reconciliaciones. Discutiendo por nimiedades y celebrando luego en pequeños restaurantes franceses de esos que abundaban en la Caracas de la cuarta. También celebrabamos en la cama. También exprimiéndole el placer a la vida y compartiendo gustos, Julio Jaramillo y Los Beatles; Bach y Celia Cruz, la gran amiga.
¿Pero que está pasando ahora que escribo estos renglones disparatados en su caligrafía?
Pasa, amor, que ya no estas, que ya no habitas este mundo, que se te ha ido la memoria cercana y de la lejana solo recuerdas a tus padres rusos, muriendo de amor con un mes de distancia. Pasa que miras y no ves, que caíste en otro pozo diferente al del lavado de carros: el del Alzheimer no hay muda para cambiar y nadie, ni tú mismo sabes para donde vas. Te enredas en un laberinto del que no aciertas salir, para disfrutar de lo que merecerías como premio a tu corazón de heróe de todas las batallas. Caminas por la vecindad con tu pinta de galán otoñal, tus cabellos plateados y tu bastón de falso ónix, atado a tu mascota que tiene nombre de goleador de fútbol. Hace unos días mirando la fotografía de los payasos e París, que éramos nosotros me preguntaste,
¿Y tu, quien eres?
Miraste hacia la ventana y cerraste los ojos mientras escuchabas una canción de Simona que decía: “Voy a apagar la luz, para pensar en ti”
Te Quiere: Mariale
Caracas 28 de Febrero de 2007
Publicado el 03/02/2007
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