Nunca pensé que diría esto…
Pero no me has dejado otra alternativa.
Adalberto…No te aguanto más…Sé que suena cursi, a bolero trasnochado, a común denominador… y al pronunciarlo sellé mi inscripción en la cofradía de las mujeres heridas por la vulgares alimañas, pertenecientes a la especie llamada hombre.
Mi lengua quiere ir en bajada y no pretendo contenerla por que me ahorcaría con ella.
Una vez te pregunte si me extrañabas – como toda una fémina que se precie – dijiste “brujería” muy espantado porque no te explicabas lo que estabas sintiendo, que pensabas mucho en mí. Que me veías en todas las mujeres como un espejismo, que mis lunares se habían adherido a tu piel, que los labios te latían…que parara, que me habías descubierto… y un sin fin de sandeces que ni Cantinflas hubiese podido decir, porque fue toda una otreblada, que es tu nombre al revés.
Para colmo te fuiste alejando, supuestamente por tu trabajo, el cansancio, las preocupaciones, el desánimo… decías que mi formación se había esfumado, si de criollismo se trataba, que tengo mal carácter, entre otros males que me has venido observando y te has dado cuenta… luego el silencio que precedía la sentencia, engrosarme en las estadísticas “todas son iguales”.
Brujería… ahora si quiero hacerla, pero de las machas. Escribí tu nombre y yo lo llevo pisado en mi zapato, como hacía en bachillerato con los profesores que odiaba, te he arrastrado por toda la ciudad y hasta joropo he bailado. Le amarraré las bolas a Pilato y con las de él las tuyas, para que ni se te arrimen, si se te ocurre acercarte a otra. Paré de cabeza a San Antonio, hice el ritual para desaparecer cadillos; te pronuncié y lance hacia atrás un pañuelo blanco con piedras de sal.
Voy a jugar la papa caliente y te la paso, eres el único jugador a quien le caerá eternamente, porque no resisto la tristeza que tiene doblegada a mi columna vertebral, el sometimiento a mis hombros, la persistencia de mis pensamientos que pretendo acallar, pero se escurren, la intransigencia de mis sensaciones abarrotadas en la almohada, mi ser que no deja de quejarse y reclamarte…
Brujería… Te conjugaré siete veces, me convertiré en grillo para sumergirme en ti y chillarte al oído tus palabras dulces que hipnotizaron mi existencia , entraré a tu boca y le arrancaré la posibilidad de identificar los sabores, trotaré por tus retinas hasta desbordarlas, para que la ceguera te inunde al alma; reduciré los conductos de tus fosas nasales para que vivas de a poquito, saltaré hasta tu cerebro para bombardearte con nuestros episodios cada segundo y no encuentres sosiego; me fijaré a tu epidermis como un salpullido para que te decreten hereje, de un zarpazo me sentaré en tu corazón como un sofá y cambiaré el ritmo de tus latidos a capricho, para que pases de hipertenso a hipotenso, me esconderé en los músculos de tus brazos y piernas para inmovilizarlos, andaré como si nada por tu cuerpo en medio de mi insomnio perpetuo.
Regresa, regresa, regresa, lo dije entre sorbos para que se me quitara el hipo. Te extraño, aunque me digas… Brujería.
Elibeth Estrada.