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Compañera


Compañera:

Es 13, aún se siente el humo penetrante de los gases, sin embargo, no me atrevo a salir. No hemos sabido nada de lo que está pasando fuera, apenas uno de los muchachos que llegó recién al refugio contó que el Presidente no había renunciado como se dijo y que hay muertos y heridos por doquier. Me asusta entonces saberte desprotegida.

Estos días convulsionados me han servido para pensar mucho en nuestras diferencias, en aquellas discusiones bizantinas sobre lo que entendemos por bueno y por malo, en mi cabeza retumban los versos de aquella canción que no entendías por qué yo cantaba si no creo, como dices tú, en la izquierda verdadera, he evaluado todo y hoy sumido en este encierro clandestino, sin saber, si seguiré en este país o tendré que dejarlo y dejar con él una vida amarrada a la memoria, siento que nada ha valido la pena, excepto las tres noches de marzo último, cuando dejamos regada en la escalera nuestra distancia y nos dimos permiso para amarnos.

He perdido noción de la hora y sólo me anima el hecho de pensarte, he naturalizado lo oscuro y hasta creo que todos los que estamos acá hemos desarrollado una capacidad para ver entre tinieblas que no conocíamos. Es sorprendente.

Lo que me aturde es el silencio, el no escuchar tu voz, el no poder divisarte en esta oscuridad; por eso esta carta y, por eso, a medida que la escribo repito en mi mente cada palabra, cada pausa y te imagino leyéndola en voz queda, apretándola a tu pecho y renegando como yo, de todas nuestras diferencias.

Ha bajado un poco la temperatura y al tratar de conseguir calor  envolviéndome en mi mismo volví a ti, volví a marzo, volví a la forma perfecta en que encajamos como si fuéramos parte de un mismo todo, como las dos últimas piezas de aquel rompecabezas infinito que por años tratamos de armar.

Acá, ya casi no hablamos, es extraño porque apenas han pasado unas horas y ya parecen siglos, la noticia de la no renuncia ha aumentado la angustia y si antes había temor de perder la vida, en este instante hay algunos que ya la perdieron en sus almas. Yo me sigo alimentando de ti.

Por último que se ha sabido, el país vuelve a la calma, imagino que tú también. No sé cuando podrás leer esta carta, ni donde estaré yo, solo te pido que no me juzgues cuando lo hagas, que entiendas que mis razones eran tan válidas como las tuyas y aunque hoy a todas luces reconozco equivocada la forma, ten la certeza, porque yo la tengo en medio de esta oscuridad, de que mi camino está al lado del tuyo, como mi cuerpo, como tu mano entrelazada con la mía y como el sueño prolongado que nos acompañó aquella madrugada primera. Sé que nunca pudiste comprender esto que ahora te digo y no sé si desde tu perspectiva, hoy que empiezas este 14, celebrando la vuelta del Presidente seas capaz de hacerlo. Soñaré que si.

Nos acaban de avisar que saldremos del país en unas horas, según escuché los militares negociaron nuestra vida a cambio de silencio y olvido, como si esto se consiguiera a la distancia, como si el silencio pudiera con tu nombre y como si el olvido pudiera borrar cada pedazo de ti que llevo en el cuerpo y en el alma.

Me voy al fin con el dolor de la derrota pero no por la gesta no alcanzada, sino por no haber podido descubrir en nuestros ojos lo que nuestros cuerpos dijeron…eso, que al final de todo es lo mismo por lo que luchamos tanto tiempo tú y yo, y que nunca supimos alcanzar.

Joaquín Laguna

Publicado el 07/02/2009
Igor Olsen
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