Perdóname mi Dios
Mi Dios desde que partió Efraín mi vida se resume a interminables momentos de silencios, en los que sueño con el azul de sus ojos inolvidables, con esa imponente fuerza de mar bravío, tan parecido a su papá quien solo nos dejó “soledad”. El niño cursó hasta el quinto grado, ahora cuánto me duele no haber hecho nada para motivarlo a seguir estudiando. Lo complacía en todo, por eso era caprichoso y malcriado. El pasaba el tiempo en la calle y yo trabajando; bueno con la contrariedad de que por mi edad ya no era mucho en lo que podían emplearme, y con el tiempo, terminé dedicándome a la venta de empanadas, no era mucho para lo que alcanzaba, pero eso si, siempre luchando para darle todo lo que él quería, y lo que yo no le daba, él lo conseguía.
Dios te manifestaste en mi vida con tan grata bendición y mira lo que hice: a los 7 añitos ya me amenazaba, me miraba con odio, y a los 8 años llegaba de madrugada, con las manitas manchadas de lo que hurtaba. Mi Efraín cumplía años cada Mayo. Recuerdo, cuando cumplió 14 años, fueron catorce hermosos años, lo esperé todo el día para abrazarlo, llegó a las 3:30 de la madrugada; yo calentaba el aceite para las empanadas, él no me permitió ni siquiera tocarlo, destellos de fuerte ira destilaba su mirada enrojecida. Un segundo fue suficiente para que destruyera todo a su paso, aquel aceite ardiendo marcó para siempre mi piel, y las heridas no las puedo describir, de sangre y dolor a manos de Efraín. Esto me afectó de tal manera, que me fue imposible volver a trabajar, ahora con una mano extendida, dependíamos de la caridad.
Pasó un año. Llegó su cumple número 15, estaba alto, fuerte, de temperamento intenso, impetuoso, me quedé despierta toda la noche, lo sentí llegar, le dije: Efraín acércate, te quiero abrazar, vi que traía un arma. Le pregunté: ¿por qué Efraín? ¿por qué un arma? La repuesta fue un terrible acto de violencia, que me desfiguró el rostro y el alma; aquel doloroso momento no terminaba, pues le enfurecían mis lágrimas, y entre golpes e insultos la vida se nos derrumbaba; entonces, como poseído por el demonio me maldecía y me abusaba. Grité: ¡Detente Efraín! ¡hijo!, ¡hijito!, no lo hagas. Hijo desgarras mis entrañas, ¡estás pecando, Efraín!. Y tu mirada de tristeza Señor, nos dio la espalda.
Al día siguiente, cuando desperté, ya Efraín no estaba, me arrodillé mi Dios, sin levantar la mirada, oré al cielo, implorándote señor que me escucharas, suplicándote perdón para mi hijo, mientras gritos y detonaciones de armas se escuchaban; así es en mi barrio cada mañana. Abrí la puerta, para ver si la muerte esta pena me aliviaba, encontré el cuerpo de Efraín que agonizaba, y en su rostro cinco impactos se lo llevaban. Sus ojos bellos, fijos hacia el infinito cielo, y el dolor que me atravesaba, se me enfriaron las manos, y los recuerdos de mi pequeño, en mi mente revoloteaban:" Hijito ¡mírame!" y en unas hojas todas arrugadas, le enseñé su primera caligrafía, la que decía: MAMÁ ME AMA, y entre quejidos, me pidió que lo abrazara, lo abracé, lo abracé mucho, muchísimo, como hace tiempo lo anhelaba, y entre mis brazos apretándolo, le dije que yo lo perdonaba: "Yo te perdono Efraín, hijito, no te me vayas, aún nos queda tiempo para la vida, que de pequeño soñabas, yo te perdono mi amor, aunque el mundo entero esté de malas". Mi Dios de rodillas te imploro perdón, y que a mi hijo los ángeles lo cobijen entre sus alas. Un día te di gracias por traérmelo, y hoy por recibirlo en tu morada. Perdóname por no haberle enseñado de valores absolutamente nada, ni una oración por las noches, ni a darte gracias por la mañana, en mayo llegó a mi vida tu bendición mi Señor, y en mayo una y otra vez te pido perdón, desde el corazón en mi carta.
MILENA GUTIÉRREZ
Publicado el 14/02/2012
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Soy amante del silencio, de la música, de los dulces, los columpios, me encanta escuchar el sonido de la naturaleza y dormir mientras llueve, me siento muy agradecida de tener una familia.