Carmen Verde. Reflexiones de un miembro del comité de lectura


Carmen Verde Arocha
Poeta, editora, gerente cultural y profesora del ICREA
Coordinadora del equipo de lectores de Concurso Cartas de amor

En este XIV Concurso cartas de amor más de 2000 personas, y estamos hablando de la edición de este año 2013, han retratado sus emociones, experiencias y sueños de vida bajo el cobijo de una sola palabra: el amor.  Detrás de cada epístola hemos encontrado  un mundo, un aleph, recordando al escritor Jorge Luis Borges, un lugar donde conviven todos los amores y desamores, los encuentros y las rupturas, las esperanzas, la finitud de nuestra conciencia y sobre todo la vida.  Una carta de amor no es otra cosa que un sentimiento escrito reencarnado una y otra vez.  El dramaturgo y novelista irlandés Oscar Wilde dijo:  “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante».  Ese momento al que alude  Oscar Wilde podría quedar ejemplificado en el acto de escribir una carta de amor, y no tengo duda de ello, luego de haber pasado días y días leyendo y releyendo una historia de amor contada de más de mil maneras distintas, a través de cada una de las cartas que llegaron a nuestras manos.   ¿Por qué se escribe una carta de amor?, ¿por qué participamos en un concurso de cartas de amor?, ¿qué ideal perseguimos?. Fedor Dostoievski decía: “Escribo para matar mis fantasmas”, varios de los autores de estas cartas podrían hacer suya esta expresión del escritor ruso, pero al mismo tiempo hay un solo eco que es la columna vertebral de toda carta de amor: retener aunque sea sólo un instante el dolor de aprender a amar alguna vez.

Es toda una experiencia la oportunidad que he tenido de coordinar  a un excelente equipo de lectores: Lilian Cartaya ( Profesora de la Universidad Monte Ávila y Coordinadora del ICREA)  Rafael González García (Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas ) y  Luis (Bond) Álvarez (Comunicador social y profesor de la Universidad Monte Ávila) quienes con respeto, disciplina y sensibilidad han leído cada una de las cartas recibidas, profundizando la lectura en cada una de ellas, teniendo la difícil tarea de elegir a unas y rechazar a otras.  Ha sido definitivamente una interesante y deliciosa manera de conocer un poco más al alma humana y a nosotros mismos en ocasiones hallándonos en ellas.  Leímos cartas plácidas, amorosas, tiernas, otras furiosas, dolorosas, algunas llenas de signos de exclamación, de guiones, de interrogantes, de puntos y comas, a veces contenidas en un solo párrafo, en un solo aliento, es como si las cartas estuviesen llenas de gestos físicos que nos guiaban en las lecturas que hacíamos de ellas.

Felicito a Mont Blanc por este gesto noble de convocar cada año a través del Concurso cartas de amor  tantas voces para hablar del mayor sentimiento que mueve al mundo: el Amor, este año dedicado a UNICEF;  al Icrea, que ya es una referencia en el mundo de las letras en Venezuela, por su  mística de trabajo; a cada uno de los participantes en el concurso por la generosidad y el riesgo que asumió cada uno al escribir y enviar sus cartas.  Gracias a todos, y felicitaciones a cada uno de los seleccionados.

Al despedir quiero recordar al Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y crítico literario español, Pedro Salinas, uno de los autores de las cartas más bellas de amor que se hayan escrito en la literatura universal:  “…Es una mujer que está en todas partes donde yo estoy, que me espera en cada rincón del alma, y en cada escondite del silencio. Aquí en San Martín, en el castillo, te vengo a buscar a ti. Y no con ideas románticas, no. Hace sol, el paisaje es hermoso, y la vida podría ser buena. Si ella estuviera aquí, a mi lado, y yo pudiera echarme a sus pies, y mirarla toda, y ascender lentamente hasta un beso. Nada romántico en este castillo de la Edad Media. Hoy, profond aujourd’hui, hoy vivo y anhelo de hoy con el amor de la divina criatura de carne y hueso, no de sueño, de donde viene el romanticismo total, el del ser entero. Como ves, no tengo la idea americana de los castillos. A fuer de castellano viejo me encuentro en un castillo como en mi casa. Y por eso pienso que los castillos son buenos hoy para abrazar a mi Katherine, para llenarla de besos, para vivir hacia atrás y estar besándola hasta la Edad Media. Adiós, Katherine. ¡Si supieran mis compañeros de excursión que el Prof. Salinas está ahora escribiendo una carta como ésta! …” (Tomado del libro: Cartas a Katherine Whitmore)


Publicado el 03/04/2013
Banner
Banner