Estoy en una caja, la caja que era nuestra, llena de camisas blancas y verdes en la hielera. Yo llevaba las películas en mis ojos, y tú jugabas entre las hojas, todo el día, incluso en la ducha, como lunático. Pero hoy puse las hojas en la cama y esta se ha esparcido en llamas, y el humo está llenando la sala y, cada vez, es más que suficiente para que las paredes se derritan y la hielera, como un diente blanco y pegajoso, ya no abra y, junto a nosotros, y todo lo que quedaba dentro, quede sellado entre plástico caliente, marcas y pintura. A pesar de mis guantes de asbesto la tos me está llenando de un color negro y un polvo rojo se filtra a través de mis venas; nuestra pequeña caja cae tan públicamente que, sin quererlo y, como verás, con lo que significa un acto solitario; las flamas imitan los golpes de los caballos y golpeando, y golpeando, y golpeando, el látigo que adoraba su triunfo humano se detiene mientras las moscas esperan, golpe tras golpe, directamente desde Los Dos Caminos hasta la montaña, y las llamas se sienten frías, azules, como mis cervezas. Tengo una máscara, con el fin de escribir mis últimas palabras, y son sólo para ti, las pondré en la hielera, entre los tomates y … Continuado