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Usted me gusta Doctor…Sépalo!


Querido doctor Jesús:

Probablemente nunca lea esto. De hecho, espero que no lo haga porque no podría volver al hospital y aguantar tanto chalequeo. Decir que le escribo porque es el amor de mi vida o porque es mi alma gemela, sería lo ideal, pero más que media naranja, usted resulta ser mi fruta prohibida...

Si esto llega a cruzar sus ojos alguna vez (aquí vuelvo a rezar porque no suceda) deberá saber que le escribe una interna de pregrado, una carajita que hizo 6 guardias de cirugía que coincidieron con las suyas, la que entró a quirófano en 3 turnos, la que dijo que haría su tesis sobre “hernias umbilicales” para estar a su lado en una cirugía, la que le llevaba café y nunca se cansó de evolucionar sus historias médicas en el cuartico del piso 7 para que se fuera temprano a casa... ¿No se acuerda de mí? ¡Claro! ¡Cómo! Si seguro hay mil más como yo. Qué digo como yo, ¡hasta con más tetas que yo!

Pero existe una diferencia entre esas mil y yo: ninguna de ellas siente esto cuando usted está cerca. Es que usted me gusta, doctor, tengo todos los síntomas. Lo traigo puesto en mi taquicardia.

Son pocos los momentos que tengo a su lado, pero los recuerdo fielmente. Lo conocí en mi primer día en el servicio de cirugía. Tuvo mi curiosidad, ahora tiene mi atención. Alto, catire y guapo: sus virtudes. Sus defectos los enumeran mis compañeros porque yo no los consigo. No, querido mío, no importa que mi amiga diga que tiene “cara e’ bobo”, que “necesita ortodoncia” y “es lento”. Usted me encanta con su cara de inocencia. A mí no me importa la forma de sus dientes si van a morder mis labios y puedo vivir al ritmo que precise. Incluso me parece sexy la forma en que pronuncia la letra “r”, ni siquiera necesitaría hacer terapia de lenguaje para mejorarlo. Usted me encanta así.

Debería saber, doctor Jesús, que su letra es horrible, pero yo me tomé la tarea de entenderla. Que tiene pecas hermosas (observé su espalda largo rato a través del uniforme quirúrgico en aquella cirugía de un Sx de Leriche en la que se dormía cada 5 minutos porque estaba de post guardia). Que nunca olvidaré las fases de la apendicitis porque me lo preguntó en una revista médica (mientras yo sólo quería hablar de las mariposas en el estómago y otras parasitosis afines). Que me encanta cómo se le ve el uniforme vinotinto, y que de broma morí de un infarto el día que usted inocentemente dijo: “necesito un masaje y tú tienes cara de dar buenos masajes”.

Me sonrojo largamente y dudo si escribir otras cosas que debería saber. Por ejemplo: “Mi” Jesús (aunque sé que no es mío). Nuevamente elevo una plegaria al cielo y me repito que “él nunca leerá esto” y tomo valentía para plasmar que descargué una aplicación para silenciar la cámara de mi teléfono, la cual sirvió para tomarle fotos sin ser descubierta. Que lo busqué en Facebook para saber más de usted. Que supe de su cumpleaños el 24 de diciembre (¡cómo no, si usted es el regalo perfecto del Niño Jesús!). También sé que tiene novia (y me río tontamente pensando que mi nombre es menos extravagante que el suyo).

Debería también escribir con el mismo descaro que le tengo guardado algo más que un lunar en mi seno derecho, que  me coloco ropa interior sexy debajo del mono quirúrgico como un grito ahogado de “ven, estoy aquí” o “voltea pa’ que te enamores” (como le decía a mis amigas que le gritaría en la puerta del quirófano G). Que cada vez que le preguntaba “doctor, ¿quiere café?”, aguantaba las ganas de agregar: “yo tengo el café como a usted le gusta, ¿quiere probar?” (poniendo mi mejor cara de perra). Que planifiqué una y mil veces dejar sobre el parabrisas de su carro desde esta carta (que no quiero que lea) hasta una tanga roja bañada en mi perfume.

Tengo que confesar, doctor Jesús, que me imagino halándolo hacia mí por la corbata y haciéndole no sé cuántas cosas cochinas y perversas en el ascensor del hospital.

Si ve, doctor Jesús, ya esta carta está tomando otro matiz, y por eso dudé al principio si podía etiquetarla como una “carta de amor”. Pero, qué es el amor sino locura. Y qué es la locura sino esto que siento por usted. Porque una y mil veces practiqué que le diría: “Usted me gusta, doctor, sépalo”.

PD: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos” (no sé muy bien qué rayos es, pero igual me atrevería). Así que venga por mí. Soy suya desde hace tiempo.

Publicado el 18/02/2013